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que toda la historia de los pasadizos era una ridicula invencion o creencia mia y que en todo caso habia un solo tunel, oscuro y solitario: el mio, el tunel en que habia transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo habia visto a esta muchacha y habia creido ingenuamente que venia por otro tunel paralelo al mio, cuando en realidad pertenecia al ancho mundo, al mundo sin limites de los que no viven en tuneles; y quiza se habia acercado por curiosidad a una de mis extranas ventanas y habia entrevisto el espectaculo de mi insalvable soledad, o le habia intrigado el lenguaje mudo, la clave de mi cuadro. Y entonces, mientras yo avanzaba siempre por mi pasadizo, ella vivia afuera su vida normal, la vida agitada que llevan esas gentes que viven afuera, esa vida curiosa y absurda donde en que hay bailes y fiestas y alegria y frivolidad.