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La idea de un palacio para los recuerdos ha seguido viva desde entonces bajo diversas formas a lo largo de la historia. Una de ellas, misteriosa y sugerente, es aquella segun la cual quien se mueve en esas salas infinitas es uno mismo, como una especie de maximo pontifice o de director de biblioteca que va extrayendo del pasado los recuerdos a medida que los reclama la conciencia. Por las noches dominan los otros bibliotecarios, de natural mas salvaje y anarquico. Me los imagino a veces como un grupo de surrealistas precoces o de artistas pertenecientes al dadaismo. Mezclan recuerdos y vivencias de una forma caotica, de modo que se convierten en fragmentos irreconocibles de la realidad. Esos agentes nocturnos fabrican absurdeces, pero tambien pesadillas, a menudo extraidas de las taquillas toxicas donde almacenamos aquello que tratamos de ocultar detras de puertas cerradas que se abren por la noche, cuando los malos suenos nos visitan en la oscuridad.