Hay entre las diversas formas y especies de miedos, pavores y terrores, algunos extraordinariamente comicos y grotescos. A esta clase pertenecen el miedo de los catolicos por los masones; el miedo de los republicanos por los jesuitas; el miedo de los anarquistas por los polizontes, y el de los polizontes por los anarquistas. El miedo al coco de los ninos es mucho mas serio, mucho menos pueril que esa otra clase de miedos. Al catolico no se le convence de que la masoneria es algo asi como una sociedad de baile, ni el republicano puede creer que los jesuitas son unos frailucos vanidosillos, ignorantuelos, que se las echan de poetas y escriben versos detestables, y se las echan de sabios y confunden un microscopio con un barometro. Para el catolico, el mason es un hombre terrible; desde el fondo de sus logias dirige toda la albanileria antirreligiosa, tiene un Papa rojo, y un arsenal de espadas, triangulos y demas zarandajas. Para el republicano, el jesuita es un diplomatico maquiavelico, un sabio, un pozo de ciencia y de maldad. Para el anarquista, el polizonte es un individuo listo como un demonio, que se disfraza y no se le conoce, que se cuela en la taberna y en el club, y que esta siempre en acecho. Para el polizonte, el que esta siempre en acecho, el listo, el terrible, es el anarquista. Todos suponen en el enemigo un poder y una energia extraordinarios. ?Es por tonteria, es por romanticismo, o solamente por darse un poco de importancia? Es muy posible que por todas estas causas juntas. Lo cierto es que al catolico no se le puede convencer de que si las ideas antirreligiosas cunden no es por influencia de los masones ni de las logias, sino porque la gente empieza a discurrir; a los republicanos tampoco habra nadie que les convenza de que la influencia jesuitica depende, no de la listeza ni de la penetracion de los hijos de san Ignacio, sino de que la sociedad espanola actual es una sociedad de botarates y de mequetrefes dominados por beatas. Los polizontes no pueden creer que los atentados anarquistas sean obras individuales, y buscan siempre el hilo del complot; y los anarquistas, no pueden perder la idea de que son perseguidos en todos los momentos de su vida. Los anarquistas padecen ademas la obsesion de la traicion. En cualquier sitio donde se reunan mas de cinco anarquistas, hay siempre, segun ellos, un confidente o un traidor. Muchas veces este traidor no es tal traidor, sino un pobre diablo a quien algun truchiman de la policia, haciendose pasar por dinamitero feroz, le saca todos los datos necesarios para meter en la carcel a unos cuantos.