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Detras de sus pestanas, el Generalisimo observo como se descomponian de envidia las caras de Virgilio Alvarez Pina, de la Inmundicia Viviente, de Paino Pichardo y de los generales. Sufrian. Pensaban que el nimio, el discreto poeta, el delicuescente profesor y jurista acababa de ganarles unos puntos en la eterna competencia en que vivian por los favores del Jefe, por ser reconocidos, mencionados, elegidos, distinguidos sobre los demas. Sintio ternura por estos diligentes vastagos, a los que tenia viviendo treinta anos en perpetua inseguridad. --No