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El primer secreto a la hora de formular preguntas es determinar si nuestra pregunta es buena. Que no se haya planteado antes no significa que sea buena. La gente inteligente lleva unos cuantos siglos haciendo preguntas, de modo que seguro que muchas de estas poseen escaso o nulo interes. Pero si somos capaces de preguntar algo que realmente importa a la gente y hallar una respuesta capaz de sorprenderla --es decir, si conseguimos invalidar la sabiduria convencional-- entonces podemos darnos por satisfechos.