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Cuando invitamos a Dios a nuestro mundo, el entra. Nos ofrece una multitud de regalos: gozo, paciencia, fortaleza. Las ansiedades llegan, pero no se quedan. Los temores se asoman, pero luego se van. Los pesares aterrizan en el parabrisas, pero luego viene el limpiaparabrisas de la oracion. El diablo todavia me presenta rocas de culpa, pero me volteo y se las entrego a Cristo. Estoy