Ella se marcho y la frialdad de la partida fue su regalo final. Lo haria con una hojuela de obsidiana. El mismo le habia ensenado como. Mas afilada que el acero. El borde de un grosor de atomo. Y ella llevaba razon. No habia argumentos. Innumerables noches pasadas en vela debatiendo los pros y los contras de la autodestruccion con la seriedad de unos filosofos encadenados al muro de un manicomio. Por la manana el chico no dijo nada de nada y cuando tuvieron el equipaje hecho y estuvieron listos para echarse a la carretera se volvio y miro hacia donde habian acampado la vispera y dijo: Se ha marchado, ?verdad? Y el dijo: Si.