SpaPlatense - Judith - 9

9:1  Después que estos se hubieron retirado, entró Judit en su oratorio, y vistiéndose de cilicio, esparció ceniza sobre su cabeza, y postrada ante el Señor clamaba a Él, diciendo:

9:2  “Señor Dios de mi padre Simeón, que le diste una espada para castigar aquellos extranjeros que por una impura pasión violaron y deshonraron una virgen, llenándola de afrenta;

9:3  Tú que entregaste sus mujeres a la esclavitud, y sus hijas al cautiverio, y repartiste todos los despojos entre tus siervos, que ardieron de celo por tu honor; socorre, te suplico, Señor Dios mío, a esta viuda.

9:4  Tú obraste las maravillas de los tiempos antiguos, las ideaste unas tras otras, y se ha hecho lo que Tú has querido;

9:5  pues todos tus caminos están preparados de antemano, y Tú tienes dispuestos tus juicios según tu providencia.

9:6  Vuelve ahora la vista sobre el campamento de los asirios, como te dignaste en otra ocasión volverla sobre el de los egipcios, cuando armados perseguían a tus siervos, confiando en sus carros, en su caballería y en la muchedumbre de los guerreros.

9:7  Mas Tú tendiste la vista sobre el campamento y las tinieblas les quitaron la fuerza;

9:8  el abismo detuvo sus pasos y las aguas los cubrieron.

9:9  Así suceda también con estos, Señor, que confían en su gran número y se glorían de sus carros, de sus picas, de sus escudos, de sus saetas y de sus lanzas;

9:10  y no conocen que Tú eres nuestro Dios, que desde el principio deshaces los ejércitos y tienes por nombre el Señor.

9:11  Levanta tu brazo, como en tiempos antiguos, y con tu poder estrella su fuerza. Ante tu ira caiga por tierra el poder de ellos, ya que han resuelto violar tu Santuario, profanar el Tabernáculo dedicado a tu nombre y derribar con su espada los cuernos de tu altar.

9:12  Haz, Señor, que con su propia espada sea cortada su soberbia.

9:13  Sean los ojos (de Holofernes), fijados en mí, el lazo en que quede preso, e hiérelo Tú con las dulces palabras de mi boca.

9:14  Pon firmeza en mi corazón para despreciarlo, y valor para destruirlo;

9:15  porque será un monumento en honor de tu nombre cuando la mano de una mujer lo derribare.

9:16  Porque no consiste, Señor, tu poder en la multitud, y tu voluntad no depende de la fuerza de los caballos. Desde el principio te han desagradado los soberbios, mientras te ha sido siempre acepta la oración de los humildes y mansos.

9:17  Oh Dios de los cielos, Creador de las aguas y Señor de todas las criaturas, oye benigno a esta miserable que te ruega y confía en tu misericordia.

9:18  Acuérdate, Señor, de tu alianza, pon las palabras en mi boca y fortifica mi corazón para esta empresa, a fin de que tu Casa se conserve en santidad,

9:19  y reconozcan las naciones todas que Tú eres Dios, y que no hay otro fuera de Ti.”