SpaPlatense - Luke

Chapter 1

1:1  Habiendo muchos tratado de componer una narración de las cosas plenamente confirmadas entre nosotros,

1:2  según lo que nos han transmitido aquellos que, fueron, desde el comienzo, testigos oculares y ministros de la palabra;

1:3  me ha parecido conveniente, también a mí, que desde hace mucho tiempo he seguido todo exactamente, escribirlo todo en forma ordenada, óptimo Teófilo,

1:4  a fin de que conozcas bien la certidumbre de las palabras en que fuiste instruido.

1:5  Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abía. Su mujer, que descendía de Aarón, se llamaba Isabel.

1:6  Ambos eran justos delante de Dios, siguiendo todos los mandamientos y justificaciones del Señor de manera irreprensible.

1:7  Mas no tenían hijos, porque Isabel era estéril, y ambos eran de edad avanzada.

1:8  Un día que estaba de servicio delante de Dios, en el turno de su clase,

1:9  fue designado, según la usanza sacerdotal para entrar en el Santuario del Señor y ofrecer el incienso.

1:10  Y toda la multitud del pueblo estaba en oración afuera. Era la hora del incienso.

1:11  Apareciósele, entonces, un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar de los perfumes.

1:12  Al verle, Zacarías se turbó, y lo invadió el temor.

1:13  Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, pues tu súplica ha sido escuchada: Isabel, tu mujer, te dará un hijo, al que pondrás por nombre Juan.

1:14  Te traerá gozo y alegría y muchos se regocijarán con su nacimiento.

1:15  Porque será grande delante del Señor; nunca beberá vino ni bebida embriagante, y será colmado del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre;

1:16  y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios. “Caminará delante de Él con el espíritu y el poder de Elías,

1:17  para convertir los corazones de los padres hacia los hijos”, y los rebeldes a la sabiduría de los justos, y preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”.

1:18  Zacarías dijo al ángel: “¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer ha pasado los días”.

1:19  El ángel le respondió: “Yo soy Gabriel, el que asisto a la vista de Dios; y he sido enviado para hablarte y traerte esta feliz nueva.

1:20  He aquí que quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que esto suceda, porque no creíste a mis palabras, que se cumplirán a su tiempo”.

1:21  El pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que tardase en el santuario.

1:22  Cuando salió por fin, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido alguna visión en el santuario; les hacía señas con la cabeza y permaneció sin decir palabra.

1:23  Y cuando se cumplió el tiempo de su ministerio, se volvió a su casa.

1:24  Después de aquel tiempo, Isabel, su mujer, concibió, y se mantuvo escondida durante cinco meses, diciendo:

1:25  “He ahí lo que el Señor ha hecho por mí, en los días en que me ha mirado para quitar mi oprobio entre los hombres”.

1:26  Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret,

1:27  a una virgen prometida en matrimonio a un varón, de nombre José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.

1:28  Y entrado donde ella estaba, le dijo: “Salve, llena de gracia; el Señor es contigo”.

1:29  Al oír estas palabras, se turbó, y se preguntaba qué podría significar este saludo.

1:30  Mas el ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia cerca de Dios.

1:31  He aquí que vas a concebir en tu seno, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.

1:32  El será grande y será llamado el Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre,

1:33  y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reinado no tendrá fin.

1:34  Entonces María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”

1:35  El ángel le respondió y dijo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios.

1:36  Y he aquí que tu parienta Isabel, en su vejez también ha concebido un hijo, y está en su sexto mes la que era llamada estéril;

1:37  porque no hay nada imposible para Dios”.

1:38  Entonces María dijo: “He aquí la esclava del Señor: Séame hecho según tu palabra”. Y el ángel la dejó.

1:39  En aquellos días, María se levantó y fue apresuradamente a la montaña, a una ciudad de Judá;

1:40  y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

1:41  Y sucedió cuando Isabel oyó el saludo de María, que el niño dio saltos en su seno e Isabel quedó llena del Espíritu Santo.

1:42  Y exclamó en alta voz y dijo: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu seno!

1:43  ¿Y de dónde me viene, que la madre de mi Señor venga a mí?

1:44  Pues, desde el mismo instante en que tu saludo sonó en mis oídos, el hijo saltó de gozo en mi seno.

1:45  Y dichosa la que creyó, porque tendrá cumplimiento lo que se le dijo de parte del Señor”.

1:46  Y María dijo: “Glorifica mi alma al Señor,

1:47  y mi espíritu se goza en Dios mi Salvador,

1:48  porque ha mirado la pequeñez de su esclava. Y he aquí que desde ahora me felicitarán todas las generaciones;

1:49  porque en mí obró grandezas el Poderoso. Santo es su nombre,

1:50  y su misericordia, para los que le temen va de generación en generación.

1:51  Desplegó el poder de su brazo; dispersó a los que se engrieron en los pensamientos de su corazón.

1:52  Bajó del trono a los poderosos, y levantó a los pequeños;

1:53  llenó de bienes a los hambrientos, y a los ricos despidió vacíos.

1:54  Acogió a Israel su siervo, recordando la misericordia,

1:55  conforme lo dijera a nuestros padres en favor de Abrahán y su posteridad para siempre”.

1:56  Y quedose María con ella como tres meses, y después se volvió a su casa.

1:57  Y a Isabel le llegó el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo.

1:58  Al oír los vecinos y los parientes la gran misericordia que con ella había usado el Señor, se regocijaron con ella.

1:59  Y, al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y querían darle el nombre de su padre: Zacarías.

1:60  Entonces la madre dijo: “No, su nombre ha de ser Juan”.

1:61  Le dijeron: “Pero nadie hay en tu parentela que lleve ese nombre”.

1:62  Preguntaron, pues, por señas, al padre cómo quería que se llamase.

1:63  El pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Y todos quedaron admirados.

1:64  Y al punto le fue abierta la boca y lengua, y se puso a hablar y a bendecir a Dios.

1:65  Y sobrecogió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se hablaba de todas estas cosas;

1:66  y todos los que las oían las grababan en sus corazones, diciendo: “¿Qué será este niño”?, pues la mano del Señor estaba con él.

1:67  Y Zacarías su padre fue colmado del Espíritu Santo y profetizó así:

1:68  Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,

1:69  al suscitarnos un poderoso Salvador, en la casa de David, su siervo,

1:70  como lo había anunciado por boca de sus santos profetas, que han sido desde los tiempos antiguos:

1:71  un Salvador para librarnos de nuestros enemigos, y de las manos de todos los que nos aborrecen;

1:72  usando de misericordia con nuestros padres, y acordándose de su santa alianza,

1:73  según el juramento, hecho a Abrahán nuestro padre, de concedernos

1:74  que librados de la mano de nuestros enemigos, le sirvamos sin temor

1:75  en santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

1:76  Y tú, pequeñuelo, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar sus caminos,

1:77  para dar a su pueblo el conocimiento de la salvación, en la remisión de sus pecados,

1:78  gracias a las entrañas misericordiosas de nuestro Dios, por las que nos visitará desde lo alto el Oriente,

1:79  para iluminar a los que en tinieblas y en sombra de muerte yacen, y dirigir nuestros pies por el camino de la paz”.

1:80  Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu, y habitó en los desiertos hasta el día de darse a conocer a Israel.

Chapter 2

2:1  En aquel tiempo, apareció un edicto del César Augusto, para que se hiciera el censo de toda la tierra.

2:2  Este primer censo, tuvo lugar cuando Quirino era gobernador de Siria.

2:3  Y todos iban a hacerse empadronar, cada uno a su ciudad.

2:4  Subió también José de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Betlehem, porque él era de la casa y linaje de David,

2:5  para hacerse inscribir con María su esposa, que estaba encinta.

2:6  Ahora bien, mientras estaban allí, llegó para ella el tiempo de su alumbramiento.

2:7  Y dio a luz a su hijo primogénito; y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la hostería.

2:8  Había en aquel contorno unos pastores acampados al raso, que pasaban la noche custodiando su rebaño,

2:9  y he aquí que un ángel del Señor se les apareció, y la gloria del Señor los envolvió de luz, y los invadió un gran temor.

2:10  Díjoles el ángel: “¡No temáis! porque os anuncio una gran alegría que será para todo el pueblo:

2:11  Hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo Señor.

2:12  Y esto os servirá de señal: hallaréis un niño envuelto en pañales, y acostado en un pesebre”.

2:13  Y de repente vino a unirse al ángel una multitud del ejército del cielo, que se puso a alabar a Dios diciendo:

2:14  “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres (objeto) de la buena voluntad”.

2:15  Cuando los ángeles se partieron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vayamos, pues, a Betlehem y veamos este acontecimiento, que el Señor nos ha hecho conocer”.

2:16  Y fueron a prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.

2:17  Y al verle, hicieron conocer lo que les había sido dicho acerca de este niño.

2:18  Y todos los que oyeron, se maravillaron de las cosas que les referían los pastores.

2:19  Pero María retenía todas estas palabras ponderándolas en su corazón.

2:20  Y los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto según les había sido anunciado.

2:21  Habiéndose cumplido los ocho días para su circuncisión, le pusieron por nombre Jesús, el mismo que le fue dado por el ángel antes que fuese concebido en el seno.

2:22  Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén a fin de presentarlo al Señor,

2:23  según está escrito en la Ley de Moisés: “Todo varón primer nacido será llamado santo para el Señor”,

2:24  y a fin de dar en sacrificio, según lo dicho en la Ley del Señor, “un par de tórtolas o dos pichones”.

2:25  Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo era sobre él.

2:26  Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Ungido del Señor.

2:27  Y, movido por el Espíritu, vino al templo; y cuando los padres llevaron al niño Jesús para cumplir con él las prescripciones acostumbradas de la Ley,

2:28  él lo tomó en sus brazos, y alabó a Dios y dijo:

2:29  “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, según tu palabra,

2:30  porque han visto mis ojos tu salvación,

2:31  que preparaste a la faz de todos los pueblos.

2:32  Luz para revelarse a los gentiles, y para gloria de Israel, tu pueblo”.

2:33  Su padre y su madre estaban asombrados de lo que decía de Él.

2:34  Bendíjolos entonces Simeón, y dijo a María, su madre: “Este es puesto para ruina y para resurrección de muchos en Israel, y para ser una señal de contradicción —

2:35  y a tu misma alma, una espada la traspasará—, a fin de que sean descubiertos, los pensamientos de muchos corazones”.

2:36  Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada; había vivido con su marido siete años desde su virginidad;

2:37  y en la viudez, había llegado hasta los ochenta y cuatro años, y no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.

2:38  Se presentó también en aquel mismo momento y se puso a alabar a Dios y a hablar de aquel (niño) a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.

2:39  Y cuando hubieron cumplido todo lo que era exigido por la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret en Galilea.

2:40  El niño crecía y se robustecía, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre Él.

2:41  Sus padres iban cada año a Jerusalén, por la fiesta de Pascua.

2:42  Cuando tuvo doce años, subieron, según la costumbre de la fiesta;

2:43  mas a su regreso, cumplidos los días, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que sus padres lo advirtiesen.

2:44  Pensando que Él estaba en la caravana, hicieron una jornada de camino, y lo buscaron entre los parientes y conocidos.

2:45  Como no lo hallaron, se volvieron a Jerusalén en su busca

2:46  Y, al cabo de tres días lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos e interrogándolos;

2:47  y todos los que lo oían, estaban estupefactos de su inteligencia y de sus respuestas.

2:48  Al verlo (sus padres) quedaron admirados y le dijo su madre: “Hijo, ¿por qué has hecho así con nosotros? Tu padre y yo, te estábamos buscando con angustia”.

2:49  Les respondió: “¿Cómo es que me buscabais? ¿No sabíais que conviene que Yo esté en lo de mi Padre?”

2:50  Pero ellos no comprendieron las palabras que les habló.

2:51  Y bajó con ellos y volvió a Nazaret, y estaba sometido a ellos, su madre conservaba todas estas palabras (repasándolas) en su corazón.

2:52  Y Jesús crecía en sabiduría, como en estatura, y en favor ante Dios y ante los hombres.

Chapter 3

3:1  El año decimoquinto del reinado de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, Filipo su hermano tetrarca de Iturea y de la Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene,

3:2  bajo el pontificado de Anás y Caifás, la palabra de Dios vino sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

3:3  Y recorrió toda la región del Jordán, predicando el bautismo de arrepentimiento para la remisión de los pecados,

3:4  como está escrito en el libro de los vaticinios del profeta Isaías: “Voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.

3:5  Todo valle ha de rellenarse, y toda montaña y colina ha de rebajarse; los caminos tortuosos han de hacerse rectos, y los escabrosos, llanos;

3:6  y toda carne verá la salvación de Dios”.

3:7  Decía, pues, a las multitudes que salían a hacerse bautizar por él: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la cólera que os viene encima?

3:8  Producid frutos propios del arrepentimiento. Y no andéis diciendo dentro de vosotros: “Tenemos por padre a Abrahán”. Porque os digo que de estas piedras puede Dios hacer que nazcan hijos a Abrahán.

3:9  Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles; todo árbol que no produce buen fruto va a ser tronchado y arrojado al fuego”.

3:10  Preguntábanle las gente “¡Y bien! ¿qué debemos hacer?”

3:11  Les respondió y dijo: “Quien tiene dos túnicas, dé una a quien no tiene; y quien víveres, haga lo mismo”.

3:12  Vinieron también los publicanos a hacerse bautizar, y le dijeron: “Maestro, ¿qué debemos hacer?

3:13  Les dijo: “No hagáis pagar nada por encima de vuestro arancel”.

3:14  A su vez unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?” Les dijo: “No hagáis extorsión a nadie, no denunciéis falsamente a nadie, y contentaos con vuestra paga”.

3:15  Como el pueblo estuviese en expectación, y cada uno se preguntase, interiormente, a propósito de Juan, si no era él el Cristo,

3:16  Juan respondió a todos diciendo: “Yo, por mi parte, os bautizo con agua. Pero viene Aquel que es más poderoso que yo, a quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

3:17  El aventador está en su mano para limpiar su era y recoger el trigo en su granero, pero la paja la quemará en un fuego que no se apaga”.

3:18  Con estas y otras muchas exhortaciones evangelizaba al pueblo.

3:19  Pero Herodes, el tetrarca, a quien él había reprendido a causa de Herodías, la mujer de su hermano, y a causa de todas sus maldades,

3:20  añadió a todas estas la de poner a Juan en la cárcel.

3:21  Al bautizarse toda la gente, y habiendo sido bautizado también Jesús, y estando Este orando, se abrió el cielo,

3:22  y el Espíritu Santo descendió sobre Él, en figura corporal, como una paloma, y una voz vino del cielo: “Tú eres mi Hijo, el Amado; en Ti me recreo”.

3:23  Y el mismo Jesús era, en su iniciación, como de treinta años, siendo hijo, mientras se creía de José, de Helí,

3:24  de Matat, de Leví, de Malquí, de Jannaí, de José,

3:25  de Matatías, de Amós, de Naúm, de Eslí, de Naggaí,

3:26  de Maat, de Matatías, de Semeín, de Josech, de Jodá,

3:27  de Joanán, de Resá, de Zorobabel, de Salatiel, de Nerí,

3:28  de Melquí, de Addí, de Kosam, de Elmadam, de Er,

3:29  de Jesús, de Eliezer, de Jorim, de Matat, de Leví,

3:30  de Simeón, de Judá, de José, de Jonam, de Eliaquim,

3:31  de Meleá, de Menná, de Matatá, de Natán, de David,

3:32  de Jessaí, de Jebed, de Booz, de Salá, de Naassón,

3:33  de Aminadab, de Admín, de Arní, de Esrom, de Farés, de Judá,

3:34  de Jacob, de Isaac, de Abrahán, de Tara, de Nachor,

3:35  de Seruch, de Ragau, de Falec, de Eber, de Salá,

3:36  de Cainán, de Arfaxad, de Sem, de Noé, de Lamec,

3:37  de Matusalá, de Enoch, de Járet, de Maleleel, de Cainán, de Enós, de Set, de Adán, de Dios.

Chapter 4

4:1  Jesús, lleno del Espíritu Santo, dejó el Jordán, y fue conducido por el Espíritu al desierto;

4:2  (donde permaneció) cuarenta días, y fue tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días; y cuando hubieron transcurrido, tuvo hambre.

4:3  Entonces el diablo le dijo: “Si Tú eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se vuelva pan”.

4:4  Jesús le replicó: “Escrito está: «No solo de pan vivirá el hombre»”.

4:5  Después le transportó (el diablo) a una altura, le mostró todos los reinos del mundo, en un instante,

4:6  y le dijo: “Yo te daré todo este poder y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada, y la doy a quien quiero.

4:7  Si pues te prosternas delante de mí, Tú la tendrás toda entera”.

4:8  Jesús le replicó y dijo: “Escrito está: «Adorarás al Señor tu Dios, y a Él solo servirás»”.

4:9  Lo condujo entonces a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo, y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo,

4:10  porque está escrito: «Él mandará en tu favor a sus ángeles que te guarden»;

4:11  y «ellos te llevarán en palmas, para que no lastimes tu pie contra alguna piedra»”.

4:12  Jesús le replicó diciendo: “Está dicho: «No tentarás al Señor tu Dios»”.

4:13  Entonces el diablo habiendo agotado toda tentación, se alejó de Él hasta su tiempo.

4:14  Y Jesús volvió con el poder del Espíritu a Galilea, y su fama se difundió en toda la región.

4:15  Enseñaba en las sinagogas de ellos y era alabado por todos.

4:16  Vino también a Nazaret, donde se había criado, y entró, como tenía costumbre el día de sábado, en la sinagoga, y se levantó a hacer la lectura.

4:17  Le entregaron el libro del profeta Isaías, y al desarrollar el libro halló el lugar en donde estaba escrito:

4:18  “El Espíritu del Señor está sobre Mí, porque Él me ungió; Él me envió a dar la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos la liberación, y a los ciegos vista, a poner en libertad a los oprimidos,

4:19  a publicar el año de gracia del Señor”.

4:20  Enrolló el libro, lo devolvió al ministro, y se sentó; y cuantos había en la sinagoga, tenían los ojos fijos en Él.

4:21  Entonces empezó a decirles: “Hoy esta Escritura se ha cumplido delante de vosotros”.

4:22  Y todos le daban testimonio, y estaban maravillados de las palabras llenas de gracia, que salían de sus labios, y decían: “¿No es Este el hijo de José?”

4:23  Y les dijo: “Sin duda me aplicaréis aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm, hazlo aquí también, en tu pueblo”.

4:24  Y dijo: “En verdad, os digo, ningún profeta es acogido en su tierra.

4:25  En verdad, os digo: había muchas viudas en Israel en tiempo de Elías, cuando el cielo quedó cerrado durante tres años y seis meses, y hubo hambre grande en toda la tierra;

4:26  mas a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.

4:27  Y había muchos leprosos en Israel en tiempo del profeta Eliseo; mas ninguno de ellos fue curado, sino Naamán el sirio”.

4:28  Al oír esto, se llenaron todos de cólera allí en la sinagoga;

4:29  se levantaron, y, echándolo fuera de la ciudad, lo llevaron hasta la cima del monte, sobre la cual estaba edificada su ciudad, para despeñarlo.

4:30  Pero Él pasó por en medio de ellos y se fue.

4:31  Y bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea. Y les enseñaba los días de sábado.

4:32  Y estaban poseídos de admiración por su enseñanza, porque su palabra era llena de autoridad.

4:33  Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y gritó con voz fuerte:

4:34  “¡Ea! ¿qué tenemos que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para perdernos? Ya sé quien eres Tú: el Santo de Dios”.

4:35  Y Jesús le increpó diciendo: “¡Cállate y sal de él!” Y el demonio, salió de él, derribándolo al suelo en medio de ellos, aunque sin hacerle daño.

4:36  Y todos se llenaron de estupor, y se decían unos a otros: “¿Qué cosa es esta que con imperio y fuerza manda a los espíritus inmundos, y salen?”

4:37  Y su fama se extendió por todos los alrededores.

4:38  Levantose de la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Simón padecía de una fiebre grande, y le rogaron por ella.

4:39  Inclinándose sobre ella increpó a la fiebre, y esta la dejó. Al instante se levantó ella y se puso a atenderlos.

4:40  A la puesta del sol, todos los que tenían enfermos, cualquiera que fuese su mal, se los trajeron, y Él imponía las manos sobre cada uno de ellos, y los sanaba.

4:41  Salían también los demonios de muchos, gritando y diciendo: “¡Tú eres el Hijo de Dios!” Y Él los reprendía y no los dejaba hablar, porque sabían que Él era el Cristo.

4:42  Cuando se hizo de día, salió y se fue a un lugar desierto. Mas las muchedumbres que se pusieron en su busca, lo encontraron y lo retenían para que no las dejase.

4:43  Pero Él les dijo: “Es necesario que Yo lleve también a otras ciudades la Buena Nueva del reino de Dios, porque para eso he sido enviado”.

4:44  Y anduvo predicando por las sinagogas de Judea.

Chapter 5

5:1  Y sucedió que la muchedumbre se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios, estando Jesús de pie junto al lago de Genesaret.

5:2  Y viendo dos barcas amarradas a la orilla del lago, cuyos pescadores habían descendido y lavaban sus redes,

5:3  subió en una de aquellas, la que era de Simón, y rogó a este que la apartara un poco de la tierra. Y sentado, enseñaba a la muchedumbre desde la barca.

5:4  Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Guía adelante, hacia lo profundo, y echad las redes para pescar”.

5:5  Respondiole Simón y dijo: “Maestro, toda la noche estuvimos bregando y no pescamos nada, pero, sobre tu palabra, echaré las redes”.

5:6  Lo hicieron, y apresaron una gran cantidad de peces. Pero sus redes se rompían.

5:7  Entonces hicieron señas a los compañeros, de la otra barca, para que viniesen a ayudarles. Vinieron, y se llenaron ambas barcas, a tal punto que se hundían.

5:8  Visto lo cual, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús, y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque yo soy un pecador!”

5:9  Es que el estupor se había apoderado de él y de todos sus compañeros, por la pesca que habían hecho juntos;

5:10  y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Pedro. Y Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora pescarás hombres”.

5:11  Llevaron las barcas a tierra y, dejando todo, se fueron con Él.

5:12  Encontrándose Él en cierta ciudad, presentose un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús se postró rostro en tierra, y le hizo esta oración: “Señor, si Tú lo quieres, puedes limpiarme”.

5:13  Alargando la mano, lo tocó y dijo: “Quiero; sé limpiado”. Y al punto se le fue la lepra.

5:14  Y le encargó que no lo dijera a nadie, sino (le dijo): “Muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés, para testimonio a ellos”.

5:15  Y difundiéndose más y más la fama de Él, las muchedumbres afluían en gran número para oírle y hacerse curar de sus enfermedades;

5:16  pero Él se retiraba a los lugares solitarios, para hacer oración.

5:17  Un día estaba ocupado en enseñar, y unos fariseos y maestros de la Ley estaban ahí sentados, habiendo venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea, así como de Jerusalén, y el poder del Señor le impelía a sanar.

5:18  Y sucedió que unos hombres, que traían postrado sobre un lecho un paralítico, trataban de ponerlo dentro y colocarlo delante de Él.

5:19  Y como no lograban introducirlo a causa de la apretura de gentes, subieron sobre el techo y por entre las tejas bajaron al enfermo, con la camilla, en medio (de todos), frente a Jesús.

5:20  Viendo la fe de ellos, dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados”.

5:21  Comenzaron entonces los escribas y los fariseos a pensar: “¿Quién es Este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?”

5:22  Mas Jesús, conociendo bien los pensamientos de ellos, respondioles diciendo:

5:23  “¿Qué estáis pensando en vuestro corazón? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y anda?”

5:24  ¡Y bien! para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra potestad de perdonar pecados —dijo al paralitico— “A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y ve a tu casa”.

5:25  Al punto se levantó, a la vista de ellos, tomó el lecho sobre el cual había estado acostado, y se fue a su casa glorificando a Dios.

5:26  Y todos quedaron sobrecogidos de asombro y glorificaban a Dios; y penetrados de temor decían: “Hemos visto hoy cosas paradójicas”.

5:27  Después de esto se fue, y fijándose en un publicano llamado Leví, que estaba en la recaudación de los tributos, le dijo: “Sígueme”.

5:28  Y este, dejándolo todo, se levantó y le siguió.

5:29  Ahora bien, Leví le ofreció un gran festín en su casa, y había allí un grupo numeroso de publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos;

5:30  y los fariseos y los escribas de entre ellos se pusieron a murmurar contra los discípulos de Jesús y decían: “¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y los pecadores?”

5:31  Respondió Jesús y les dijo: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos.

5:32  Yo no he venido para convidar al arrepentimiento a los justos sino a los pecadores”.

5:33  Entonces le dijeron: “Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen súplicas, e igualmente los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben”.

5:34  Mas Jesús les dijo: “¿Podéis hacer ayunar a los compañeros del esposo, mientras está con ellos el esposo?

5:35  Un tiempo vendrá, en que el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán”.

5:36  Y les dijo también una parábola: “Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para ponerlo (de remiendo), a un vestido viejo; pues si lo hace, no solo romperá el nuevo, sino que el pedazo cortado al nuevo no andará bien con el viejo.

5:37  Nadie, tampoco, echa vino nuevo en cueros viejos; pues procediendo así, el vino nuevo hará reventar los cueros, y se derramará, y los cueros se perderán.

5:38  Sino que el vino nuevo ha de echarse en cueros nuevos.

5:39  Y nadie que bebe de lo viejo quiere luego de lo nuevo, porque dice: “el viejo es excelente”.

Chapter 6

6:1  Un día sabático iba Él pasando a través de unos sembrados, y sus discípulos arrancaban espigas y las comían, después de estregarlas entre las manos.

6:2  Entonces algunos de los fariseos dijeron: “¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en sábado?”

6:3  Jesús les respondió y dijo: “¿No habéis leído siquiera lo que hizo David cuando tuvieron hambre, él y los que le acompañaban;

6:4  cómo entró en la casa de Dios, y tomando los panes de la proposición, que no pueden comer sino los sacerdotes, comió y dio a sus compañeros?”

6:5  Y díjoles: “El Hijo del hombre es señor aun del sábado”.

6:6  Otro día sabático entró en la sinagoga para enseñar. Y había allí un hombre cuya mano derecha estaba seca.

6:7  Los escribas y los fariseos lo acechaban, para ver si sanaría en sábado, y hallar así acusación contra Él.

6:8  Pero Él conocía los pensamientos de ellos, y dijo al hombre, que tenía la mano seca: “¡Levántate y ponte de pie en medio!” Y este se levantó y permaneció de pie.

6:9  Entonces Jesús les dijo: “Os pregunto: ¿Es lícito, en sábado, hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o dejarla perder?”

6:10  Y habiéndolos mirado a todos en derredor, dijo al hombre: “Extiende tu mano”, y él lo hizo y su mano fue restablecida.

6:11  Pero ellos se llenaron de furor y se pusieron a discutir unos con otros qué harían contra Jesús.

6:12  Por aquellos días se salió a la montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios.

6:13  Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y de entre ellos eligió a doce a los que dio el nombre de apóstoles:

6:14  a Simón, a quien también llamó Pedro, y a Andrés el hermano de este; a Santiago y Juan; a Felipe y Bartolomé;

6:15  a Mateo y Tomás; a Santiago (hijo) de Alfeo, y Simón llamado el celoso;

6:16  a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, el que llegó a ser el traidor.

6:17  Con estos descendió y se estuvo de pie en un lugar llano, donde había un gran número de sus discípulos y una gran muchedumbre del pueblo de toda la Judea y de Jerusalén, y de la costa de Tiro y de Sidón,

6:18  los cuales habían venido a oírlo y a que los sanara de sus enfermedades; y también los atormentados de espíritus inmundos eran sanados.

6:19  Y toda la gente quería tocarlo, porque de Él salía virtud y sanaba a todos.

6:20  Entonces, alzando los ojos dijo, dirigiéndose a sus discípulos: “Dichosos los que sois pobres, porque es vuestro el reino de Dios.

6:21  Dichosos los que estáis hambrientos ahora, porque os hartaréis. Dichosos los que lloráis ahora, porque reiréis.

6:22  Dichosos sois cuando os odiaren los hombres, os excluyeren, os insultaren, y proscribieren vuestro nombre, como pernicioso, por causa del Hijo del hombre.

6:23  Alegraos entonces y saltad de gozo, pues sabed que vuestra recompensa es mucha en el cielo. Porque de la misma manera trataron sus padres a los profetas.

6:24  Mas, ¡ay de vosotros, ricos! porque ya recibisteis vuestro consuelo.

6:25  ¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos! porque padeceréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora! porque lloraréis de dolor.

6:26  ¡Ay cuando digan bien de vosotros todos los hombres! porque lo mismo hicieron sus padres con los falsos profetas”.

6:27  “A vosotros, empero, los que me escucháis, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian;

6:28  bendecid a los que os maldicen; rogad por los que os calumnian.

6:29  A quien te abofetee en la mejilla, preséntale la otra; y al que te quite el manto, no le impidas tomar también la túnica.

6:30  Da a todo el que te pida; y a quien tome lo tuyo, no se lo reclames.

6:31  Y según queréis que hagan los hombres con vosotros, así haced vosotros con ellos.

6:32  Si amáis a los que os aman, ¿qué favor merecéis con ello? También los pecadores aman a los que los aman a ellos.

6:33  Y si hacéis bien a quienes os lo hacen, ¿qué favor merecéis con ello? También los pecadores hacen lo mismo.

6:34  Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis restitución, ¿qué favor merecéis con ello? Los pecadores también prestan a los pecadores, para recibir el equivalente.

6:35  Vosotros, amad a vuestros enemigos; haced el bien y prestad sin esperar nada en retorno, y vuestra recompensa será grande, y seréis los hijos del Altísimo; de Él, que es bueno con los desagradecidos y malos”.

6:36  “Sed misericordiosos como es misericordioso vuestro Padre.

6:37  No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; absolved, y se os absolverá.

6:38  Dad y se os dará; una medida buena y apretada y remecida y rebosante se os volcará en el seno; porque con la medida con que medís se os medirá”.

6:39  Les dijo también una parábola: “¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en algún hoyo?

6:40  No es el discípulo superior al maestro, sino que todo discípulo cuando llegue a ser perfecto será como su maestro.

6:41  ¿Cómo es que ves la pajuela que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que está en tu propio ojo?

6:42  ¿Cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la pajuela de tu ojo», tú que no ves la viga en el tuyo? Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver bien para sacar la pajuela del ojo de tu hermano”.

6:43  Pues no hay árbol sano que dé frutos podridos, ni hay a la inversa, árbol podrido que dé frutos sanos.

6:44  Porque cada árbol se conoce por el fruto que da. No se recogen higos de los espinos, ni de un abrojo se vendimian uvas.

6:45  El hombre bueno saca el bien del buen tesoro que tiene en su corazón; mas el hombre malo, de su propia maldad saca el mal; porque la boca habla de lo que rebosa el corazón.

6:46  ¿Por qué me llamáis: “Señor, Señor”, si no hacéis lo que Yo digo?

6:47  Yo os mostraré a quien se parece todo el que viene a Mí, y oye mis palabras y las pone en práctica.

6:48  Se asemeja a un hombre que para construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca; cuando vino la creciente, el río dio con ímpetu contra aquella casa, mas no pudo moverla, porque estaba bien edificada.

6:49  Pero, el que (las ) oye y no (las) pone por obra, es semejante a un hombre que construyó su casa sobre el suelo mismo, sin cimientos; el río se precipitó sobre ella, y al punto se derrumbó, y fue grande la ruina de aquella casa”.

Chapter 7

7:1  Después que hubo acabado de decir al pueblo todas estas enseñanzas, volvió a entrar en Cafarnaúm.

7:2  Y sucedió que un centurión tenía un servidor enfermo a punto de morir, y que le era de mucha estima.

7:3  Habiendo oído hablar de Jesús, envió a Él a algunos ancianos de los judíos, para rogarle que viniese a sanar a su servidor.

7:4  Presentáronse ellos a Jesús, y le rogaron con insistencia, diciendo: “Merece que se lo concedas,

7:5  porque quiere bien a nuestra nación, y él fue quien nos edificó la sinagoga”.

7:6  Y Jesús se fue con ellos. No estaba ya lejos de la casa, cuando el centurión envió unos amigos para decirle: “Señor, no te des esta molestia, porque yo no soy digno de que Tú entres bajo mi techo;

7:7  por eso no me atreví a ir a Ti en persona: mas dilo con tu palabra, y sea sano mi criado.

7:8  Pues también yo, que soy un subordinado, tengo soldados a mis órdenes, y digo a este: “Anda”, y va; y al otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace”.

7:9  Jesús al oírlo se admiró de él; y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: “Os digo que en Israel no hallé fe tan grande”.

7:10  Y los enviados, de vuelta a la casa, hallaron sano al servidor.

7:11  Después se encaminó a una ciudad llamada Naím; iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre de pueblo.

7:12  Al llegar a la puerta de la ciudad, he ahí que era llevado fuera un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda, y venía con ella mucha gente de la ciudad.

7:13  Al verla, el Señor movido de misericordia hacia ella, le dijo: “No llores”.

7:14  Y se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo: “Muchacho, Yo te digo: ¡Levántate!”

7:15  Y el (que había estado) muerto se incorporó y se puso a hablar. Y lo devolvió a la madre.

7:16  Por lo cual todos quedaron poseídos de temor, y glorificaron a Dios, diciendo: “Un gran profeta se ha levantado entre nosotros”, y: “Dios ha visitado a su pueblo”.

7:17  Esta fama referente a su persona se difundió por toda la Judea y por toda la comarca circunvecina.

7:18  Los discípulos de Juan le informaron de todas estas cosas. Entonces, Juan llamando a dos de sus discípulos,

7:19  enviolos a decir al Señor: “¿Eres Tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?”

7:20  Y llegados a Él estos hombres, le dijeron: “Juan el Bautista nos envió a preguntarte: ‘¿Eres Tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?’”

7:21  En aquella hora sanó Jesús a muchos, de enfermedades y plagas y de malos espíritus, y concedió la vista a muchos ciegos.

7:22  Les respondió, entonces, y dijo: “Volved y anunciad a Juan lo que acabáis de ver y oír: ciegos ven, cojos andan, leprosos son limpiados, sordos oyen, muertos resucitan, a pobres se les anuncia la Buena Nueva.

7:23  Y ¡bienaventurado el que no se escandalizare de Mí!”.

7:24  Cuando los enviados de Juan hubieron partido, se puso Él a decir a la multitud acerca de Juan: “¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Acaso una caña sacudida por el viento?

7:25  Y si no ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? Los que llevan vestidos lujosos y viven en delicias están en los palacios.

7:26  Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.

7:27  Este es aquel de quien está escrito: «Mira que Yo envío mi mensajero ante tu faz que irá delante de Ti para barrete el camino».

7:28  Os digo, no hay, entre los hijos de mujer, más grande que Juan; pero el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él;

7:29  porque todo el pueblo que lo escuchó (a Juan), y aun los publicanos reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Él.

7:30  Pero los fariseos y los doctores de la Ley frustraron los designios de Dios para con ellos, al no dejarse bautizar por Juan”.

7:31  “¿Con quién podré comparar a hombres de este género?

7:32  Son semejantes a esos muchachos que, sentados en la plaza, cantan unos a otros aquello de: ‘Os tocamos la flauta, y no danzasteis; entonamos lamentaciones, y no llorasteis’.

7:33  Porque vino Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y vosotros decís: ‘Está endemoniado’;

7:34  ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Es un hombre glotón y borracho, amigo de publicanos y pecadores’.

7:35  Mas la sabiduría ha quedado justificada por todos sus hijos”.

7:36  Uno de los fariseos le rogó que fuese a comer con él, y habiendo entrado (Jesús) en la casa del fariseo, se puso a la mesa.

7:37  Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús se encontraba reclinado a la mesa en casa del fariseo, tomó consigo un vaso de alabastro, con ungüento;

7:38  y, colocándose detrás de Él, a sus pies, y llorando con sus lágrimas bañaba sus pies y los enjugaba con su cabellera; los llenaba de besos y los ungía con el ungüento.

7:39  Viendo lo cual el fariseo que lo había convidado dijo para sus adentros: “Si Este fuera profeta, ya sabría quién y de qué clase es la mujer que lo está tocando, que es una pecadora”.

7:40  Entonces Jesús respondiendo (a sus pensamientos) le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. Y él: “Dilo, Maestro”.

7:41  Y dijo: “Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta.

7:42  Como no tuviesen con qué pagar, les perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?”

7:43  Simón respondió diciendo: “Supongo que aquel a quien más ha perdonado”. Él le dijo: “Bien juzgaste”.

7:44  Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Vine a tu casa, y tú no vertiste agua sobre mis pies; mas esta ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos.

7:45  Tú no me diste el ósculo; mas ella, desde que entró, no ha cesado de besar mis pies.

7:46  Tú no ungiste con óleo mi cabeza; ella ha ungido mis pies con ungüento.

7:47  Por lo cual, te digo, se le han perdonado sus pecados, los muchos, puesto que ha amado mucho. A la inversa, aquel a quien se perdone poco, ama poco”.

7:48  Después dijo a ella: “Tus pecados se te han perdonado”.

7:49  Entonces, los que estaban con Él a la mesa se pusieron a decir entre sí: “¿Quién es Este, que también perdona pecados?”

7:50  Y dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado: ve hacia la paz”.

Chapter 8

8:1  En el tiempo siguiente anduvo caminando por ciudades y aldeas, predicando y anunciando la Buena Nueva del reino de Dios, y con Él los Doce,

8:2  y también algunas mujeres, que habían sido sanadas de espíritus malignos y enfermedades: María, la llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios;

8:3  Juana, mujer de Cuzá el intendente de Herodes; Susana, y muchas otras, las cuales les proveían del propio sustento de ellas.

8:4  Como se juntase una gran multitud, y además los que venían a Él de todas las ciudades, dijo en parábola:

8:5  “El sembrador salió a sembrar su simiente. Y al sembrar, una semilla cayó a lo largo del camino; y fue pisada y la comieron las aves del cielo.

8:6  Otra cayó en la piedra y, nacida, se secó por no tener humedad.

8:7  Otra cayó en medio de abrojos, y los abrojos, que nacieron juntamente con ella, la sofocaron.

8:8  Y otra cayó en buena tierra, y brotando dio fruto centuplicado”. Diciendo esto, clamó: “¡Quien tiene oídos para oír oiga!”

8:9  Sus discípulos le preguntaron lo que significaba esta parábola.

8:10  Les dijo: “A vosotros ha sido dado conocer los misterios del reino de Dios; en cuanto a los demás (se les habla) por parábolas, para que «mirando, no vean; y oyendo, no entiendan».

8:11  La parábola es esta: «La simiente es la palabra de Dios.

8:12  Los de junto al camino, son los que han oído; mas luego viene el diablo, y saca afuera del corazón la palabra para que no crean y se salven.

8:13  Los de sobre la piedra, son aquellos que al oír la palabra la reciben con gozo, pero carecen de raíz: creen por un tiempo, y a la hora de la prueba, apostatan.

8:14  Lo caído entre los abrojos, son los que oyen, mas siguiendo su camino son sofocados por los afanes de la riqueza y los placeres de la vida, y no llegan a madurar.

8:15  Y lo caído en la buena tierra, son aquellos que oyen con el corazón recto y bien dispuesto y guardan consigo la palabra y dan fruto en la perseverancia».”

8:16  Nadie que enciende luz, la cubre con una vasija ni la pone bajo la cama, sino en el candelero, para que todos los que entren, vean la luz.

8:17  Nada hay oculto que no deba ser manifestado, ni nada secreto que no deba ser conocido y sacado a luz.

8:18  ¡Cuidad de escuchar bien! Al que tiene, se le dará, y al que no tiene, aun lo que cree tener le será quitado”.

8:19  Luego su madre y sus hermanos se presentaron y no podían llegar hasta Él por causa de la multitud.

8:20  Le anunciaron: “Tu madre y tus hermanos están de pie afuera y desean verte”.

8:21  Respondioles y dijo: “Mi madre y mis hermanos son estos: los que oyen la palabra de Dios y la practican”.

8:22  Por aquellos días subió con sus discípulos en una barca, y les dijo: “Pasemos a la otra orilla del lago”, y partieron.

8:23  Mientras navegaban, se durmió. Entonces un torbellino de viento cayó sobre el lago, y las aguas los iban cubriendo, y peligraban.

8:24  Acercándose a Él, lo despertaron diciendo: “¡Maestro, Maestro, perecemos!” Despierto, Él increpó al viento y al oleaje, y cesaron, y hubo bonanza.

8:25  Entonces les dijo: “¿Dónde está vuestra fe?” Y llenos de miedo y de admiración, se dijeron unos a otros: “¿Quién, pues, es Este que manda a los vientos y al agua, y le obedecen?”.

8:26  Y abordaron en la tierra de los gergesenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.

8:27  Cuando hubo descendido a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, que tenía demonios; hacía mucho tiempo que no llevaba ningún vestido, ni vivía en casa, sino en los sepulcros.

8:28  Al ver a Jesús, dio gritos, postrose ante Él y dijo a gran voz: “¿Qué tenemos que ver yo y Tú, Jesús, hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes”.

8:29  Y era que Él estaba mandando al espíritu inmundo que saliese del hombre. Porque hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; lo ataban con cadenas y lo sujetaban con grillos, pero él rompía sus ataduras, y el demonio lo empujaba al despoblado.

8:30  Y Jesús le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” Respondió: “Legión”; porque eran muchos los demonios que habían entrado en él.

8:31  Y le suplicaron que no les mandase ir al abismo.

8:32  Ahora bien, había allí una piara de muchos puercos que pacían sobre la montaña; le rogaron que les permitiese entrar en ellos, y se lo permitió.

8:33  Entonces los demonios salieron del hombre y entraron en los puercos, y la piara se despeñó precipitadamente en el lago, y allí se ahogó.

8:34  Los porqueros que vieron lo ocurrido huyeron y dieron la noticia en la ciudad y por los campos.

8:35  Vinieron, pues, las gentes a ver lo que había pasado, y al llegar junto a Jesús, encontraron al hombre, del cual los demonios habían salido, sentado a los pies de Jesús, vestido, en su sano juicio, y se llenaron de miedo.

8:36  Los que lo habían visto les refirieron cómo había quedado libre el endemoniado.

8:37  Y todos los pobladores de la comarca de los gergesenos le rogaron a Jesús que se alejara de ellos, porque estaban poseídos de gran temor. Y Él, entrando en la barca, se volvió,

8:38  Y el hombre, del cual los demonios habían salido, le suplicaba estar con Él; pero Él lo despidió diciéndole:

8:39  “Vuelve de nuevo a tu casa, y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo”. Y él se fue proclamando por toda la ciudad todas las cosas que le había hecho Jesús.

8:40  A su regreso, Jesús fue recibido por la multitud, porque estaban todos esperándolo.

8:41  He ahí que llegó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga. Se echó a los pies de Jesús y le suplicó que fuera a su casa;

8:42  porque su hija única, como de doce años de edad, se moría. Mas yendo Él, la multitud lo sofocaba.

8:43  Y sucedió que una mujer que padecía de un flujo de sangre, desde hacía doce años y que, después de haber gastado en médicos todo su sustento, no había podido ser curada por ninguno,

8:44  se acercó por detrás y tocó la franja de su vestido, y al instante su flujo de sangre se paró.

8:45  Jesús dijo: “¿Quién me tocó?” Como todos negaban, Pedro le dijo: “Maestro, es la gente que te estrecha y te aprieta”.

8:46  Pero Jesús dijo: “Alguien me tocó, porque he sentido salir virtud de Mí”.

8:47  Entonces, la mujer, viéndose descubierta, vino toda temblorosa a echarse a sus pies y declaró delante de todo el pueblo por qué motivo lo había tocado, y cómo había quedado sana de repente.

8:48  Y Él le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado, ve hacia la paz”.

8:49  Cuando Él hablaba todavía, llegó uno de casa del jefe de la sinagoga a decirle: “Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro”.

8:50  Oyendo Jesús, le dijo: “No temas; únicamente cree y sanará”.

8:51  Llegado, después, a la casa, no dejó entrar a nadie consigo, excepto a Pedro, Juan y Santiago, y también al padre y a la madre de la niña.

8:52  Todos lloraban y se lamentaban por ella. Mas Él dijo: “No lloréis; no ha muerto, sino que duerme”.

8:53  Y se reían de Él, sabiendo que ella había muerto.

8:54  Mas Él, tomándola de la mano, clamó diciendo: “Niña, despierta”.

8:55  Y le volvió el espíritu, y al punto se levantó y Jesús mandó que le diesen de comer.

8:56  Sus padres quedaron fuera de sí; y Él les encomendó que a nadie dijeran lo acontecido.

Chapter 9

9:1  Habiendo llamado a los Doce, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para curar enfermedades.

9:2  Y los envió a pregonar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.

9:3  Y les dijo: “No toméis nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas.

9:4  En la casa en que entrareis, quedaos, y de allí partid.

9:5  Y dondequiera que no os recibieren, salid de esa ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies, en testimonio contra ellos”.

9:6  Partieron, pues, y recorrieron las aldeas, predicando el Evangelio y sanando en todas partes.

9:7  Oyó Herodes, el tetrarca, todo lo que sucedía, y estaba perplejo, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos,

9:8  otros que Elías había aparecido, otros que uno de los antiguos profetas había resucitado.

9:9  Y decía Herodes: “A Juan, yo lo hice decapitar, ¿quién es, pues, este de quien oigo decir tales maravillas?” Y procuraba verlo.

9:10  Vueltos los apóstoles le refirieron (a Jesús) todo lo que habían hecho. Entonces, tomándolos consigo, se retiró a un lugar apartado, de una ciudad llamada Betsaida.

9:11  Y habiéndolo sabido las gentes, lo siguieron. Él los recibió, les habló del reino de Dios y curó a cuantos tenían necesidad de ello.

9:12  Mas al declinar el día los Doce se acercaron a Él para decirle: “Despide a la multitud, que vayan en busca de albergue y alimento a las aldeas y granjas de los alrededores, porque aquí estamos en despoblado”.

9:13  Les dijo: “Dadles vosotros de comer”. Le contestaron: “No tenemos más que cinco panes y dos peces; a menos que vayamos nosotros a comprar qué comer para todo este pueblo”.

9:14  Porque eran como unos cinco mil hombres. Dijo entonces a sus discípulos: “Hacedlos recostar por grupos como de a cincuenta”.

9:15  Hiciéronlo así y acomodaron a todos.

9:16  Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo, los partió y los dio a sus discípulos para que los sirviesen a la muchedumbre.

9:17  Todos comieron hasta saciarse, y de lo que les sobró se retiraron doce canastos de pedazos.

9:18  Un día que estaba orando a solas, hallándose con Él sus discípulos, les hizo esta pregunta: “¿Quién dicen las gentes que soy Yo?”

9:19  Le respondieron diciendo: “Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los antiguos profetas ha resucitado”.

9:20  Díjoles: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?” Pedro le respondió y dijo: “El Ungido de Dios”.

9:21  Y Él les recomendó con energía no decir esto a nadie,

9:22  agregando: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea reprobado por los ancianos, por los sumos sacerdotes y por los escribas, que sea muerto, y que al tercer día sea resucitado”.

9:23  Y a todos les decía: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, renúnciese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.

9:24  Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; mas el que pierda su vida a causa de Mí, la salvará.

9:25  Pues ¿qué provecho tiene el hombre que ha ganado el mundo entero, si a sí mismo se pierde o se daña?

9:26  Quien haya, pues, tenido vergüenza de Mí y de mis palabras, el Hijo del hombre tendrá vergüenza de él, cuando venga en su gloria, y en la del Padre y de los santos ángeles.

9:27  Os digo, en verdad, algunos de los que están aquí, no gustarán la muerte sin que hayan visto antes el reino de Dios”.

9:28  Pasaron como ocho días después de estas palabras, y, tomando a Pedro, Juan y Santiago, subió a la montaña para orar.

9:29  Y mientras oraba, la figura de su rostro se hizo otra y su vestido se puso de una claridad deslumbradora.

9:30  Y he aquí a dos hombres hablando con Él: eran Moisés y Elías,

9:31  los cuales, apareciendo en gloria, hablaban del éxodo suyo que Él iba a verificar en Jerusalén.

9:32  Pedro y sus compañeros estaban agobiados de sueño, mas habiéndose despertado, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban a su lado.

9:33  Y en el momento en que se separaban de Él, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, bueno es para nosotros estarnos aquí; hagamos, pues, tres pabellones, uno para Ti, uno para Moisés, y uno para Elías”, sin saber lo que decía.

9:34  Mientras él decía esto, se hizo una nube que los envolvió en sombra. Y se asustaron al entrar en la nube.

9:35  Y desde la nube una voz se hizo oír: “Este es mi Hijo el Elegido: escuchadle a Él”.

9:36  Y al hacerse oír la voz, Jesús se encontraba solo. Guardaron, pues, silencio; y a nadie dijeron, por entonces, cosa alguna de lo que habían visto.

9:37  Al día siguiente, al bajar de la montaña, una gran multitud de gente iba al encuentro de Él.

9:38  Y he ahí que de entre la muchedumbre, un varón gritó diciendo: “Maestro, te ruego pongas tus ojos sobre mi hijo, porque es el único que tengo.

9:39  Se apodera de él un espíritu, y al instante se pone a gritar; y lo retuerce en convulsiones hasta hacerle echar espumarajos, y a duras penas se aparta de él, dejándolo muy maltratado.

9:40  Rogué a tus discípulos que lo echasen, y ellos no han podido”.

9:41  Entonces Jesús respondió y dijo: “Oh, generación incrédula y perversa, ¿hasta cuándo estaré con vosotros y tendré que soportaros? Trae aquí a tu hijo”.

9:42  Aún no había llegado este a Jesús, cuando el demonio lo zamarreó y lo retorció en convulsiones. Mas Jesús increpó al espíritu impuro y sanó al niño, y lo devolvió a su padre.

9:43  Y todos estaban maravillados de la grandeza de Dios. Como se admirasen todos de cuanto Él hacía, dijo a sus discípulos:

9:44  “Vosotros, haced que penetren bien en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los hombres”.

9:45  Pero ellos no entendían este lenguaje, y les estaba velado para que no lo comprendiesen; y no se atrevieron a interrogarlo al respecto.

9:46  Y entró en ellos la idea: ¿Quién de entre ellos sería el mayor?

9:47  Viendo Jesús el pensamiento de sus corazones, tomó a un niño, púsolo junto a Sí,

9:48  y les dijo: “Quien recibe a este niño en mi nombre, a Mí me recibe; y quien me recibe, recibe al que me envió; porque el que es el más pequeño entre todos vosotros, ese es grande”.

9:49  Entonces Juan le respondió diciendo: “Maestro, vimos a un hombre que expulsaba demonios en tu nombre, y se lo impedíamos, porque no (te) sigue con nosotros”.

9:50  Mas Jesús le dijo: “No impidáis, pues quien no está contra vosotros, por vosotros está”.

9:51  Como se acercase el tiempo en que debía ser quitado, tomó resueltamente la dirección de Jerusalén.

9:52  Y envió mensajeros delante de sí, los cuales, de camino, entraron en una aldea de samaritanos para prepararle alojamiento.

9:53  Mas no lo recibieron, porque iba camino de Jerusalén.

9:54  Viendo (esto) los discípulos Santiago y Juan, le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos que el fuego caiga del cielo, y los consuma?”

9:55  Pero Él, habiéndose vuelto a ellos los reprendió.

9:56  Y se fueron hacia otra aldea.

9:57  Cuando iban caminando, alguien le dijo: “Te seguiré a donde quiera que vayas”.

9:58  Jesús le dijo: “Las raposas tienen guaridas, y las aves del cielo, nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.

9:59  Dijo a otro: “Sígueme”. Este le dijo: “Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre”.

9:60  Respondiole: “Deja a los muertos enterrar a sus muertos; tú, ve a anunciar el reino de Dios”.

9:61  Otro más le dijo: “Te seguiré, Señor, pero permíteme primero decir adiós a los de mi casa”.

9:62  Jesús le dijo: “Ninguno que pone mano al arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”.

Chapter 10

10:1  Después de esto, el Señor designó todavía otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de Él a toda ciudad o lugar, adonde Él mismo quería ir.

10:2  Y les dijo: “La mies es grande, y los obreros son pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

10:3  Id: os envío como corderos entre lobos.

10:4  No llevéis ni bolsa, ni alforja, ni calzado, ni saludéis a nadie por el camino.

10:5  En toda casa donde entréis, decid primero: «Paz a esta casa».

10:6  Y si hay allí un hijo de paz, reposará sobre él la paz vuestra; si no, volverá a vosotros.

10:7  Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den, porque el obrero es acreedor a su salario. No paséis de casa en casa.

10:8  Y en toda ciudad en donde entréis y os reciban, comed lo que os pusieren delante.

10:9  Curad los enfermos que haya en ella, y decidles: «El reino de Dios está llegando a vosotros».

10:10  Y en toda ciudad en donde entrareis y no os quisieren recibir, salid por sus calles, y decid:

10:11  “Aun el polvo que de vuestra ciudad se pegó a nuestros pies, lo sacudimos (dejándolo) para vosotros. Pero sabedlo: ¡el reino de Dios ha llegado!”

10:12  Os digo que en aquel día será más tolerable para los de Sodoma que para aquella ciudad.

10:13  ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! porque si en Tiro y Sidón hubiesen sido hechos los milagros que se cumplieron entre vosotros, desde hace mucho tiempo se habrían arrepentido en saco y en ceniza.

10:14  Mas para Tiro y para Sidón, será más tolerable, en el juicio, que para vosotros.

10:15  Y tú, Cafarnaúm, ¿serás acaso exaltada hasta el cielo? ¡Hasta el abismo descenderás!

10:16  Quien a vosotros escucha, a Mí me escucha; y quien a vosotros rechaza, a Mí me rechaza; ahora bien, quien me rechaza a Mí, rechaza a Aquel que me envió”.

10:17  Entretanto los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: “Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre”.

10:18  Díjoles: “Yo veía a Satanás caer como un relámpago del cielo.

10:19  Mirad que os he dado potestad de caminar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada os dañará.

10:20  Sin embargo no habéis de gozaros en esto de que los demonios se os sujetan, sino gozaos de que vuestros nombres están escritos en el cielo”.

10:21  En aquella hora se estremeció de gozo, en el Espíritu Santo, y dijo: “Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mantenido estas cosas escondidas a los sabios y a los prudentes, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te plugo a Ti.

10:22  Por mi Padre, me ha sido dado todo, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelarlo”.

10:23  Y volviéndose hacia sus discípulos en particular, dijo: “¡Felices los ojos que ven lo que vosotros veis!

10:24  Os aseguro: muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron”.

10:25  Se levantó entonces un doctor de la Ley y, para enredarlo le dijo: “Maestro, ¿qué he de hacer para lograr la herencia de la vida eterna?”

10:26  Respondiole: “En la Ley, ¿qué está escrito? ¿Cómo lees?”

10:27  Y él replicó diciendo: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”.

10:28  Díjole (Jesús): “Has respondido justamente. Haz esto y vivirás”.

10:29  Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”

10:30  Jesús repuso diciendo: “Un hombre, bajando de Jerusalén a Jericó, vino a dar entre salteadores, los cuales, después de haberlo despojado y cubierto de heridas, se fueron, dejándolo medio muerto.

10:31  Casualmente, un sacerdote iba bajando por ese camino; lo vio y pasó de largo.

10:32  Un levita llegó asimismo delante de ese sitio; lo vio y pasó de largo.

10:33  Pero un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba, lo vio y se compadeció de él;

10:34  y acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; luego poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo condujo a una posada y cuidó de él.

10:35  Al día siguiente, sacando dos denarios los dio al posadero y le dijo: “Ten cuidado de él, todo lo que gastares de más, yo te lo reembolsaré a mi vuelta”.

10:36  ¿Cuál de estos tres te parece haber sido el prójimo de aquel que cayó en manos de los bandoleros?”

10:37  Respondió: “El que se apiadó de él”. Y Jesús le dijo: “Ve, y haz tú lo mismo”.

10:38  Durante su viaje, entró en cierta aldea, y una mujer llamada Marta, lo recibió en su casa.

10:39  Tenía esta una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.

10:40  Pero Marta, que andaba muy afanada en los múltiples quehaceres del servicio, vino a decirle: “Señor, ¿no se te da nada que mi hermana me haya dejado servir sola? Dile, pues, que me ayude”.

10:41  El Señor le respondió: “¡Marta, Marta! tú te afanas y te agitas por muchas cosas.

10:42  Una sola es necesaria. María eligió la buena parte, que no le será quitada”.

Chapter 11

11:1  Un día que Jesús estaba en oración, en cierto lugar, cuando hubo terminado, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan lo enseñó a sus discípulos”.

11:2  Les dijo: “Cuando oráis, decid: Padre, que sea santificado tu nombre; que llegue tu reino.

11:3  Danos cada día nuestro pan supersubstancial;

11:4  y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos introduzcas en prueba”.

11:5  Y les dijo: “Quien de vosotros, teniendo un amigo, si va (este) a buscarlo a medianoche y le dice: “Amigo, necesito tres panes,

11:6  porque un amigo me ha llegado de viaje, y no tengo nada que ofrecerle”,

11:7  y si él mismo le responde de adentro: “No me incomodes, ahora mi puerta está cerrada y mis hijos están como yo en cama, no puedo levantarme para darte”,

11:8  os digo, que si no se levanta para darle por ser su amigo, al menos a causa de su pertinacia, se levantará para darle todo lo que le hace falta.

11:9  Yo os digo: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, golpead y se os abrirá”.

11:10  Porque todo el que pide obtiene, el que busca halla, al que golpea se le abre.

11:11  ¿Qué padre, entre vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿Si pide pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente?

11:12  ¿O si pide un huevo, le dará un escorpión?

11:13  Si pues vosotros, aunque malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre dará desde el cielo el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!”

11:14  Estaba Jesús echando un demonio, el cual era mudo. Cuando hubo salido el demonio, el mudo habló. Y las muchedumbres estaban maravilladas.

11:15  Pero algunos de entre ellos dijeron: “Por Beelzebul, príncipe de los demonios, expulsa los demonios”.

11:16  Otros, para ponerlo a prueba, requerían de Él una señal desde el cielo.

11:17  Mas Él, habiendo conocido sus pensamientos, les dijo: “Todo reino dividido contra sí mismo, es arruinado, y las casas caen una sobre otra.

11:18  Si pues, Satanás se divide contra él mismo, ¿cómo se sostendrá su reino? Puesto que decís vosotros que por Beelzebul echo Yo los demonios.

11:19  Ahora bien, si Yo echo los demonios por virtud de Beelzebul, ¿vuestros hijos por virtud de quién los arrojan? Ellos mismos serán, pues, vuestros jueces.

11:20  Mas si por el dedo de Dios echo Yo los demonios, es que ya llegó a vosotros el reino de Dios.

11:21  Cuando el hombre fuerte y bien armado guarda su casa, sus bienes están seguros.

11:22  Pero si sobreviniendo uno más fuerte que él lo vence, le quita todas sus armas en que confiaba y reparte sus despojos.

11:23  Quien no está conmigo, está contra Mí; y quien no acumula conmigo, desparrama”.

11:24  “Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, recorre los lugares áridos, buscando donde posarse, y, no hallándolo, dice: «Me volveré a la casa mía, de donde salí».

11:25  A su llegada, la encuentra barrida y adornada.

11:26  Entonces se va a tomar consigo otros siete espíritus aún más malos que él mismo; entrados, se arraigan allí, y el fin de aquel hombre viene a ser peor que el principio”.

11:27  Cuando Él hablaba así, una mujer levantando la voz de entre la multitud, dijo: “¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que Tú mamaste!”

11:28  Y Él contestó: “¡Felices más bien los que escuchan la palabra de Dios y la conservan!”

11:29  Como la muchedumbre se agolpaba, se puso a decir: “Perversa generación es esta; busca una señal, mas no le será dada señal, sino la de Jonás.

11:30  Porque lo mismo que Jonás fue una señal para los ninivitas, así el Hijo del hombre será una señal para la generación esta.

11:31  La reina del Mediodía será despertada en el juicio frente a los hombres de la generación esta y los condenará, porque vino de las extremidades de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón; y hay aquí más que Salomón.

11:32  Los varones ninivitas actuarán en el juicio frente a la generación esta y la condenarán, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y hay aquí más que Jonás”.

11:33  “Nadie enciende una candela y la pone escondida en un sótano, ni bajo el celemín, sino sobre el candelero, para alumbrar a los que entran.

11:34  La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está claro, todo tu cuerpo goza de la luz, pero si él está turbio, tu cuerpo está en tinieblas.

11:35  Vigila pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tiniebla.

11:36  Si pues todo tu cuerpo está lleno de luz (interiormente ), no teniendo parte alguna tenebrosa, será todo él luminoso (exteriormente), como cuando la lámpara te ilumina con su resplandor”.

11:37  Mientras Él hablaba lo invitó un fariseo a comer con él; entró y se puso a la mesa.

11:38  El fariseo se extrañó al ver que no se había lavado antes de comer.

11:39  Díjole, pues el Señor: “Vosotros, fariseos, estáis purificando lo exterior de la copa y del plato, en tanto que por dentro estáis llenos de rapiña y de iniquidad.

11:40  ¡Insensatos! el que hizo lo exterior ¿no hizo también lo interior?

11:41  Por eso, dad de limosna el contenido, y todo para vosotros quedará puro.

11:42  Pero, ¡ay de vosotros, fariseos! ¡porque dais el diezmo de la menta, de la ruda y de toda legumbre, y dejáis de lado la justicia y el amor de Dios! Era menester practicar esto, sin omitir aquello.

11:43  ¡Ay de vosotros, fariseos! porque amáis el primer sitial en las sinagogas y ser saludados en las plazas públicas.

11:44  ¡Ay de vosotros! porque sois como esos sepulcros, que no lo parecen y que van pisando las gentes, sin saberlo”.

11:45  Entonces un doctor de la Ley le dijo: “Maestro, hablando así, nos ultrajas también a nosotros.”

11:46  Mas Él respondió: “¡Ay de vosotros también, doctores de la Ley! porque agobiáis a los demás con cargas abrumadoras, al paso que vosotros mismos ni con un dedo tocáis esas cargas.

11:47  ¡Ay de vosotros! porque reedificáis sepulcros para los profetas, pero fueron vuestros padres quienes los asesinaron.

11:48  Así vosotros sois testigos de cargo y consentidores de las obras de vuestros padres, porque ellos los mataron y vosotros reedificáis (sus sepulcros).

11:49  Por eso también la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos matarán y perseguirán;

11:50  para que se pida cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo,

11:51  desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue matado entre el altar y el santuario. Sí, os digo se pedirá cuenta a esta generación.

11:52  ¡Ay de vosotros! hombres de la Ley, porque vosotros os habéis apoderado de la llave del conocimiento; vosotros mismos no entrasteis, y a los que iban a entrar, vosotros se lo habéis impedido”.

11:53  Cuando hubo salido, los escribas y los fariseos se pusieron a acosarlo vivamente y a quererle sacar respuestas sobre una multitud de cosas,

11:54  tendiéndole lazos para sorprender alguna palabra de su boca.

Chapter 12

12:1  Mientras tanto, habiéndose reunido miles y miles del pueblo, hasta el punto que unos a otros se pisoteaban, se puso a decir, dirigiéndose primeramente a sus discípulos: “Guardaos a vosotros mismos de la levadura —es decir de la hipocresía— de los fariseos.

12:2  Nada hay oculto que no haya de ser descubierto, nada secreto que no haya de ser conocido.

12:3  En consecuencia, lo que hayáis dicho en las tinieblas, será oído en plena luz; y lo que hayáis dicho al oído en los sótanos, será pregonado sobre los techos.

12:4  Os lo digo a vosotros, amigos míos, no temáis a los que matan el cuerpo y después de esto nada más pueden hacer.

12:5  Voy a deciros a quién debéis temer: temed a Aquel que, después de haber dado la muerte, tiene el poder de arrojar en la gehenna. Sí, os lo digo, a Aquel temedle”.

12:6  “¿No se venden cinco pájaros por dos ases? Con todo, ni uno solo es olvidado de Dios.

12:7  Aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No tenéis vosotros que temer: valéis más que muchos pájaros.

12:8  Yo os lo digo: a quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre lo confesará también delante de los ángeles de Dios.

12:9  Mas el que me haya negado delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios”.

12:10  “A cualquiera que hable mal contra el Hijo del hombre, le será perdonado, pero a quien blasfemare contra el Santo Espíritu, no le será perdonado.

12:11  Cuando os llevaren ante las sinagogas, los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo y qué diréis para defenderos o qué hablaréis.

12:12  Porque el Espíritu Santo os enseñará en el momento mismo lo que habrá que decir”.

12:13  Entonces uno del pueblo le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que parta conmigo la herencia”.

12:14  Jesús le respondió: “Hombre, ¿quién me ha constituido sobre vosotros juez o partidor?”.

12:15  Y les dijo: “Mirad: preservaos de toda avaricia; porque, la vida del hombre no consiste en la abundancia de lo que posee”.

12:16  Y les dijo una parábola: “Había un rico, cuyas tierras habían producido mucho.

12:17  Y se hizo esta reflexión: “¿Qué voy a hacer? porque no tengo dónde recoger mis cosechas”.

12:18  Y dijo: “He aquí lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré unos mayores; allí amontonaré todo mi trigo y mis bienes.

12:19  Y diré a mi alma: Alma mía, tienes cuantiosos bienes en reserva para un gran número de años; reposa, come, bebe, haz fiesta”.

12:20  Mas Dios le dijo: “¡Insensato! esta misma noche te van a pedir el alma, y lo que tú has allegado, ¿para quién será?”

12:21  Así ocurre con todo aquel que atesora para sí mismo, y no es rico ante Dios”.

12:22  Y dijo a sus discípulos: “Por eso, os digo, no andéis solícitos por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué lo vestiréis.

12:23  Porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido.

12:24  Mirad los cuervos: no siembran, ni siegan, ni tienen bodegas ni graneros, y sin embargo Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!

12:25  ¿Quién de vosotros podría, a fuerza de preocuparse, añadir un codo a su estatura?

12:26  Si pues no podéis ni aun lo mínimo ¿a qué os acongojáis por lo restante?

12:27  Ved los lirios cómo crecen: no trabajan, ni hilan. Sin embargo, Yo os digo que el mismo Salomón, con toda su magnificencia, no estaba vestido como uno de ellos.

12:28  Si pues a la yerba que está en el campo y mañana será echada al horno, Dios viste así ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?

12:29  Tampoco andéis pues afanados por lo que habéis de comer o beber, y no estéis ansiosos.

12:30  Todas estas cosas, los paganos del mundo las buscan afanosamente; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas.

12:31  Buscad pues antes su reino, y todas las cosas os serán puestas delante.

12:32  No tengas temor, pequeño rebaño mío, porque plugo a vuestro Padre daros el Reino.

12:33  Vended aquello que poseéis y dad limosna. Haceos bolsas que no se envejecen, un tesoro inagotable en los cielos, donde el ladrón no llega, y donde la polilla no destruye.

12:34  Porque allí donde está vuestro tesoro, allí también está vuestro corazón”.

12:35  “Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas.

12:36  Y sed semejantes a hombres que aguardan a su amo a su regreso de las bodas, a fin de que, cuando Él llegue y golpee, le abran en seguida.

12:37  ¡Felices esos servidores, que el amo, cuando llegue, hallará velando! En verdad, os lo digo, él se ceñirá, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirles.

12:38  Y si llega a la segunda vela, o a la tercera, y así los hallare, ¡felices de ellos!

12:39  Sabedlo bien; porque si el dueño de casa supiese a qué hora el ladrón ha de venir, no dejaría horadar su casa.

12:40  Vosotros también estad prontos, porque a la hora que no pensáis es cuando vendrá el Hijo del hombre”.

12:41  Entonces, Pedro le dijo: “Señor, ¿dices por nosotros esta parábola o también por todos?”

12:42  Y el Señor dijo: “¿Quién es pues el mayordomo fiel y prudente, que el amo pondrá a la cabeza de la servidumbre suya para dar a su tiempo la ración de trigo?

12:43  ¡Feliz ese servidor a quien el amo, a su regreso, hallará haciéndolo así!

12:44  En verdad, os digo, lo colocará al frente de toda su hacienda.

12:45  Pero si ese servidor se dice a sí mismo: “Mi amo tarda en regresar”, y se pone a maltratar a los servidores y a las sirvientas, a comer, a beber, y a embriagarse,

12:46  el amo de este servidor vendrá en día que no espera y en hora que no sabe, lo partirá por medio, y le asignará su suerte con los que no creyeron.

12:47  Pero aquel servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no se preparó, ni obró conforme a la voluntad de este, recibirá muchos azotes.

12:48  En cambio aquel que, no habiéndole conocido, haya hecho cosas dignas de azotes, recibirá pocos. A todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho le será demandado; y más aún le exigirán a aquel a quien se le haya confiado mucho”.

12:49  Fuego vine a echar sobre la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté encendido!

12:50  Un bautismo tengo para bautizarme, ¡y cómo estoy en angustias hasta que sea cumplido!

12:51  ¿Pensáis que vine aquí para poner paz en la tierra? No, os digo, sino división.

12:52  Porque desde ahora, cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos, y dos contra tres.

12:53  Estarán divididos, el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra”.

12:54  Dijo también a la muchedumbre: “Cuando veis una nube levantarse al poniente, luego decís: “Va a llover”. Y eso sucede.

12:55  Y cuando sopla el viento del mediodía, decís: “Habrá calor”. Y eso sucede.

12:56  Hipócritas, sabéis conocer el aspecto de la tierra y del cielo; ¿por qué entonces no conocéis este tiempo?

12:57  ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?

12:58  Mientras vas con tu adversario en busca del magistrado, procura en el camino librarte de él, no sea que te arrastre ante el juez, que el juez te entregue al alguacil y que el alguacil te meta en la cárcel.

12:59  Yo te lo declaro, no saldrás de allí hasta que no hayas reintegrado el último lepte”.

Chapter 13

13:1  En aquel momento llegaron algunas personas a traerle la noticia de esos galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la de sus sacrificios.

13:2  Y respondiendo les dijo: “¿Pensáis que estos galileos fueron los más pecadores de todos los galileos, porque han sufrido estas cosas?

13:3  Os digo que de ninguna manera, sino que todos pereceréis igualmente si no os arrepentís.

13:4  O bien aquellos dieciocho, sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén?

13:5  Os digo que de ninguna manera sino que todos pereceréis igualmente si no os convertís”.

13:6  Y dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Vino a buscar fruto de ella, y no lo halló.

13:7  Entonces dijo al viñador: “Mira, tres años hace que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo. ¡Córtala! ¿Por qué ha de inutilizar la tierra?”

13:8  Mas él le respondió y dijo: “Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor y eche abono.

13:9  Quizá dé fruto en lo futuro; si no, la cortarás”.

13:10  Un día sabático enseñaba en una sinagoga.

13:11  Había allí una mujer que tenía desde hacía dieciocho años, un espíritu de enfermedad: estaba toda encorvada, y sin poder absolutamente enderezarse.

13:12  Al verla Jesús, la llamó y le dijo: “Mujer, queda libre de tu enfermedad”.

13:13  Y puso sobre ella sus manos, y al punto se enderezó y se puso a glorificar a Dios.

13:14  Entonces, el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en día sabático, respondió y dijo al pueblo: “Hay seis días para trabajar; en esos días podéis venir para haceros curar, y no el día de sábado”.

13:15  Mas Jesús le replicó diciendo: “Hipócritas, ¿cada uno de vosotros no desata su buey o su asno del pesebre, en día sabático, para llevarlo al abrevadero?

13:16  Y a esta, que es una hija de Abrahán, que Satanás tenía ligada hace ya dieciocho años, ¿no se la había de libertar de sus ataduras, en día sabático?”

13:17  A estas palabras, todos sus adversarios quedaron anonadados de vergüenza, en tanto que la muchedumbre entera se gozaba de todas las cosas gloriosas hechas por Él.

13:18  Dijo entonces: “¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué podré compararlo?

13:19  Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó y fue a sembrar en su huerta; creció, vino a ser un árbol, y los pájaros del cielo llegaron a anidar en sus ramas”.

13:20  Dijo todavía: “¿Con qué podré comparar el reino de Dios?

13:21  Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina y, finalmente, todo fermentó”.

13:22  Y pasaba por ciudades y aldeas y enseñaba yendo de viaje hacia Jerusalén.

13:23  Díjole uno: “Señor, ¿los que se salvan serán pocos?”

13:24  Respondioles: “Pelead para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os lo declaro, tratarán de entrar y no podrán.

13:25  En seguida que el dueño de casa se haya despertado y haya cerrado la puerta, vosotros, estando fuera, os pondréis a llamar a la puerta diciendo: “¡Señor, ábrenos!” Mas él respondiendo os dirá: “No os conozco (ni sé) de dónde sois”.

13:26  Entonces comenzaréis a decir: “Comimos y bebimos delante de ti, y enseñaste en nuestras plazas”.

13:27  Pero él os dirá: “Os digo, no sé de dónde sois. Alejaos de mí, obradores todos de iniquidad”.

13:28  Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y a vosotros arrojados fuera.

13:29  y del oriente y del occidente, del norte y del mediodía vendrán a sentarse a la mesa en el reino de Dios.

13:30  Y así hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”.

13:31  En ese momento se acercaron algunos fariseos, para decirle: “¡Sal, vete de aquí, porque Herodes te quiere matar”.

13:32  Y les dijo: “Id a decir a ese zorro: He aquí que echo demonios y obro curaciones hoy y mañana; el tercer día habré terminado.

13:33  Pero hoy, mañana y al otro día, es necesario que Yo ande, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén”.

13:34  Jerusalén, Jerusalén, tú que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces quise Yo reunir a tus hijos, como la gallina reúne su pollada debajo de sus alas, y vosotros no lo habéis querido!

13:35  Ved que vuestra casa os va a quedar desierta. Yo os lo digo, no me volveréis a ver, hasta que llegue el tiempo en que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”

Chapter 14

14:1  Como Él hubiese ido a casa de un jefe de los fariseos, un día sabático a comer, ellos lo acechaban.

14:2  Estaba allí, delante de Él un hombre hidrópico.

14:3  Tomando la palabra, Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: “¿Es lícito curar, en día sabático, o no?”

14:4  Pero ellos guardaron silencio. Tomándolo, entonces, de la mano, lo sanó y lo despidió.

14:5  Y les dijo: “¿Quién hay de vosotros, que viendo a su hijo o su buey caído en un pozo, no lo saque pronto de allí, aun en día de sábado?”

14:6  Y no fueron capaces de responder a esto.

14:7  Observando cómo elegían los primeros puestos en la mesa, dirigió una parábola a los invitados, diciéndoles:

14:8  “Cuando seas invitado a un convite de bodas, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya allí otro convidado objeto de mayor honra que tú

14:9  y viniendo el que os convido a ambos, te diga: “Deja el sitio a este”, y pases entonces, con vergüenza, a ocupar el último lugar.

14:10  Por el contrario, cuando seas invitado, ve a ponerte en el último lugar, para que, cuando entre el que te invitó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Y entonces tendrás honor a los ojos de todos los convidados.

14:11  Porque el que se levanta, será abajado; y el que se abaja, será levantado”.

14:12  También dijo al que lo había invitado: “Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea, que ellos te inviten a su vez, y que esto sea tu pago.

14:13  Antes bien, cuando des un banquete, convida a los pobres, a los lisiados, a los cojos, y a los ciegos.

14:14  Y feliz serás, porque ellos no tienen cómo retribuirte, sino que te será retribuido en la resurrección de los justos”.

14:15  A estas palabras, uno de los convidados le dijo: “¡Feliz el que pueda comer en el reino de Dios!”

14:16  Mas Él le respondió: “Un hombre dio una gran cena a la cual tenía invitada mucha gente.

14:17  Y envió a su servidor, a la hora del festín, a decir a los convidados: “Venid, porque ya todo está pronto”.

14:18  Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: “He comprado un campo, y es preciso que vaya a verlo; te ruego me des por excusado”.

14:19  Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes, y me voy a probarlas; te ruego me tengas por excusado”.

14:20  Otro dijo: “Me he casado, y por tanto no puedo ir”.

14:21  El servidor se volvió a contar todo esto a su amo. Entonces, lleno de ira el dueño de casa, dijo a su servidor: “Sal en seguida a las calles y callejuelas de la ciudad; y tráeme aquí los pobres, y lisiados, y ciegos y cojos”.

14:22  El servidor vino a decirle: “Señor, se ha hecho lo que tú mandaste, y aún hay sitio”.

14:23  Y el amo dijo al servidor: “Ve a lo largo de los caminos y de los cercados, y compele a entrar, para que se llene mi casa.

14:24  Porque yo os digo, ninguno de aquellos varones que fueron convidados gozará de mi festín”.

14:25  Como grandes muchedumbres le iban siguiendo por el camino, se volvió y les dijo:

14:26  “Si alguno viene a Mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun también a su propia vida, no puede ser discípulo mío.

14:27  Todo aquel que no lleva su propia cruz y no anda en pos de Mí, no puede ser discípulo mío”.

14:28  “Porque, ¿quién de entre vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero a calcular el gasto y a ver si tiene con qué acabarla?

14:29  No sea que, después de haber puesto el cimiento, encontrándose incapaz de acabar, todos los que vean esto comiencen a menospreciarlo

14:30  diciendo: “Este hombre se puso a edificar, y ha sido incapaz de llegar a término”.

14:31  ¿O qué rey, marchando contra otro rey, no se pone primero a examinar si es capaz, con diez mil hombres, de afrontar al que viene contra él con veinte mil?

14:32  Y si no lo es, mientras el otro está todavía lejos, le envía una embajada para pedirle la paz.

14:33  Así, pues, cualquiera que entre vosotros no renuncia a todo lo que posee, no puede ser discípulo mío.

14:34  La sal es buena, mas si la sal pierde su fuerza, ¿con qué será sazonada?

14:35  Ya no sirve, ni tampoco sirve para la tierra, ni para el muladar: la arrojan fuera. ¡Quién tiene oídos para oír, oiga!”

Chapter 15

15:1  Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Él para oírlo.

15:2  Mas los fariseos y los escribas murmuraban y decían: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”.

15:3  Entonces les dirigió esta parábola:

15:4  “¿Qué hombre entre vosotros, teniendo cien ovejas, si llega a perder una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el desierto, para ir tras la oveja perdida, hasta que la halle?

15:5  Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros, muy gozoso,

15:6  y vuelto a casa, convoca a amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque hallé mi oveja, la que andaba perdida”.

15:7  Así, os digo, habrá gozo en el cielo, más por un solo pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse”.

15:8  “¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si llega a perder una sola dracma, no enciende un candil y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la halla?

15:9  Y cuando la ha encontrado, convoca a las amigas y las vecinas, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido”.

15:10  Os digo que la misma alegría reina en presencia de los ángeles de Dios, por un solo pecador que se arrepiente”.

15:11  Dijo aún: “Un hombre tenía dos hijos,

15:12  el menor de lo cuales dijo a su padre: “Padre, dame la parte de los bienes, que me ha de tocar”. Y les repartió su haber.

15:13  Pocos días después, el menor, juntando todo lo que tenía, partió para un país lejano, y allí disipó todo su dinero, viviendo perdidamente.

15:14  Cuando lo hubo gastado todo, sobrevino gran hambre en ese país, y comenzó a experimentar necesidad.

15:15  Fue, pues, a ponerse a las órdenes de un hombre del país, el cual lo envió a sus tierras a apacentar los puercos.

15:16  Y hubiera, a la verdad, querido llenarse el estómago con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.

15:17  Volviendo entonces sobre sí mismo, se dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me muero de hambre!

15:18  Me levantaré, iré a mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y delante de ti.

15:19  Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Hazme como uno de tus jornaleros”.

15:20  Y levantándose se volvió hacia su padre. Y cuando estaba todavía lejos, su padre lo vio, y se le enternecieron las entrañas, y corriendo a él, cayó sobre su cuello y lo cubrió de besos.

15:21  Su hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo”.

15:22  Pero el padre dijo a sus servidores: “Pronto traed aquí la ropa, la primera, y vestidlo con ella; traed un anillo para su mano, y calzado para sus pies;

15:23  y traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y hagamos fiesta:

15:24  porque este hijo mío estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado”. Y comenzaron la fiesta.

15:25  Mas sucedió que el hijo mayor estaba en el campo. Cuando, al volver llegó cerca de la casa, oyó música y coros.

15:26  Llamó a uno de los criados y le averiguó qué era aquello.

15:27  Él le dijo: “Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha matado el novillo cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo”.

15:28  Entonces se indignó y no quería entrar. Su padre salió y lo llamó.

15:29  Pero él contestó a su padre: “He aquí tantos años que te estoy sirviendo y jamás he transgredido mandato alguno tuyo; a mí nunca me diste un cabrito para hacer fiesta con mis amigos.

15:30  Pero cuando tu hijo, este que se ha comido toda, su hacienda con meretrices, ha vuelto, le has matado el novillo cebado”.

15:31  El padre le dijo: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo.

15:32  Pero estaba bien hacer fiesta y regocijarse, porque este hermano tuyo había muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado”.

Chapter 16

16:1  Dijo también, dirigiéndose a sus discípulos: “Había un hombre rico, que tenía un mayordomo. Este le fue denunciado como que dilapidaba sus bienes.

16:2  Lo hizo venir y le dijo: “¿Qué es eso que oigo de ti? Da cuenta de tu administración, porque ya no puedes ser mayordomo”.

16:3  Entonces el mayordomo se dijo dentro de sí mismo: “¿Qué voy a hacer, puesto que mi amo me quita la mayordomía? De cavar no soy capaz; mendigar me da vergüenza.

16:4  Yo sé lo que voy a hacer, para que, cuando sea destituido de la mayordomía, me reciban en sus casas”.

16:5  Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”

16:6  Y él contestó: “Cien barriles de aceite”. Le dijo: “Aquí tienes tu vale; siéntate en seguida y escribe cincuenta”.

16:7  Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?” Este le dijo: “Cien medidas de trigo”. Le dijo: “Aquí tienes tu vale, escribe ochenta”.

16:8  Y alabó el señor al inicuo mayordomo, porque había obrado sagazmente. Es que los hijos del siglo, en sus relaciones con los de su especie, son más listos que los hijos de la luz.

16:9  Por lo cual Yo os digo, granjeaos amigos por medio de la inicua riqueza para que, cuando ella falte, os reciban en las moradas eternas.

16:10  El fiel en lo muy poco, también en lo mucho es fiel; y quien en lo muy poco es injusto, también en lo mucho es injusto.

16:11  Si, pues, no habéis sido fieles en la riqueza inicua, ¿quién os confiará la verdadera?

16:12  Y si en lo ajeno no habéis sido fieles, ¿quién os dará lo vuestro?”.

16:13  “Ningún servidor puede servir a dos amos, porque odiará al uno y amará al otro, o se adherirá al uno y despreciará al otro; no podéis servir, a Dios y a Mammón”.

16:14  Los fariseos, amadores del dinero, oían todo esto y se burlaban de Él.

16:15  Díjoles entonces: “Vosotros sois los que os hacéis pasar por justos a los ojos de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones. Porque lo que entre los hombres es altamente estimado, a los ojos de Dios es abominable.

16:16  La Ley y los profetas llegan hasta Juan; desde ese momento el reino de Dios se está anunciando, y todos le hacen fuerza.

16:17  Pero es más fácil que el cielo y la tierra pasen, y no que se borre una sola tilde de la Ley.

16:18  Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con una repudiada por su marido, comete adulterio”.

16:19  “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y banqueteaba cada día espléndidamente.

16:20  Y un mendigo, llamado Lázaro, se estaba tendido a su puerta, cubierto de úlceras,

16:21  y deseando saciarse con lo que caía de la mesa del rico, en tanto que hasta los perros se llegaban y le lamían las llagas.

16:22  Y sucedió que el pobre murió, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. También el rico murió, y fue sepultado.

16:23  Y en el abismo, levantó los ojos, mientras estaba en los tormentos, y vio de lejos a Abrahán con Lázaro en su seno.

16:24  Y exclamó: “Padre Abrahán, apiádate de mí, y envía a Lázaro para que, mojando en el agua la punta de su dedo, refresque mi lengua, porque soy atormentado en esta llama”.

16:25  Abrahán le respondió: “Acuérdate, hijo, que tú recibiste tus bienes durante tu vida, y así también Lázaro los males. Ahora él es consolado aquí, y tú sufres.

16:26  Por lo demás, entre nosotros y vosotros un gran abismo ha sido establecido, de suerte que los que quisiesen pasar de aquí a vosotros, no lo podrían; y de allí tampoco se puede pasar hacia nosotros”.

16:27  Respondió: “Entonces te ruego, padre, que lo envíes a la casa de mi padre,

16:28  porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, a fin de que no vengan, también ellos, a este lugar de tormentos”.

16:29  Abrahán respondió: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen”.

16:30  Replicó: “No, padre Abrahán; pero si alguno de entre los muertos va junto a ellos, se arrepentirán”.

16:31  Él, empero, le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se dejarán persuadir, ni aun cuando alguno resucite de entre los muertos”.

Chapter 17

17:1  Dijo a sus discípulos: “Es inevitable que sobrevengan escándalos, pero, ¡ay de aquel por quien vienen!

17:2  Más le valdría que le suspendiesen una piedra de molino alrededor del cuello, y lo echasen al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños.

17:3  Mirad por vosotros”. “Si uno de tus hermanos llega a pecar, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo.

17:4  Y si peca siete veces en un día contra ti, y siete veces vuelve a ti y te dice: «Me arrepiento», tú le perdonarás”.

17:5  Y los apóstoles dijeron al Señor: “Añádenos fe”.

17:6  Y el Señor dijo: “Si tuvierais alguna fe, aunque no fuera más grande que un grano de mostaza, diríais a este sicomoro: “Desarráigate y plántate en el mar”, y él os obedecería.

17:7  ¿Quién de vosotros, que tenga un servidor, labrador o pastor, le dirá cuando este vuelve del campo: “Pasa en seguida y ponte a la mesa?”

17:8  ¿No le dirá más bien: “Prepárame de comer; y ceñido sírveme luego hasta que yo haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?”

17:9  ¿Y acaso agradece al servidor por haber hecho lo que le mandó?

17:10  Así también vosotros, cuando hubiereis hecho todo lo que os está mandado, decid: “Somos siervos inútiles, lo que hicimos, estábamos obligados a hacerlo”.

17:11  Siguiendo su camino hacia Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.

17:12  Y al entrar en una aldea, diez hombres leprosos vinieron a su encuentro, los cuales se detuvieron a la distancia,

17:13  y, levantando la voz, clamaron: “Maestro Jesús, ten misericordia de nosotros”.

17:14  Viéndolos, les dijo: “Id, mostraos a los sacerdotes”. Y mientras iban quedaron limpios.

17:15  Uno de ellos, al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Dios en alta voz,

17:16  y cayó sobre su rostro a los pies de Jesús dándole gracias, y este era samaritano.

17:17  Entonces Jesús dijo: ¿No fueron limpiados los diez? ¿Y los nueve dónde están?

17:18  ¿No hubo quien volviese a dar gloria a Dios sino este extranjero?”

17:19  Y le dijo: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado”.

17:20  Interrogado por los fariseos acerca de cuándo vendrá el reino de Dios, les respondió y dijo: “El reino de Dios no viene con advertencia,

17:21  ni dirán: «¡Está aquí!» o «¡Está allí!» porque ya está el reino de Dios en medio de vosotros”.

17:22  Dijo después a sus discípulos: “Vendrán días en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis.

17:23  Y cuando os digan: «¡Está allí!» o «¡Está aquí!» no vayáis allí y no corráis tras de él.

17:24  Porque, como el relámpago, fulgurando desde una parte del cielo, resplandece hasta la otra, así será el Hijo del hombre, en su día.

17:25  Mas primero es necesario que él sufra mucho y que sea rechazado por la generación esta.

17:26  Y como fue en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre.

17:27  Comían, bebían, se casaban (los hombres ), y eran dadas en matrimonio (las mujeres), hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el cataclismo y los hizo perecer a todos.

17:28  Asimismo, como fue en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;

17:29  mas el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre, y los hizo perecer a todos.

17:30  Conforme a estas cosas será en el día en que el Hijo del hombre sea revelado.

17:31  En aquel día, quien se encuentre sobre la azotea, y tenga sus cosas dentro de su casa, no baje a recogerlas; e igualmente, quien se encuentre en el campo, no se vuelva por las que dejó atrás.

17:32  Acordaos de la mujer de Lot.

17:33  El que procurare conservar su vida, la perderá; y el que la pierda, la hallará.

17:34  Yo os digo, que en aquella noche, dos hombres estarán reclinados a una misma mesa: el uno será tomado, el otro dejado;

17:35  dos mujeres estarán moliendo juntas: la una será tomada, la otra dejada.

17:36  [Estarán dos en el campo; el uno será tomado, el otro dejado]”.

17:37  Entonces le preguntaron: “¿Dónde, Señor?” Les respondió: “Allí donde está el cadáver, allí se juntarán los buitres”.

Chapter 18

18:1  Les propuso una parábola sobre la necesidad de que orasen siempre sin desalentarse:

18:2  “Había en una ciudad un juez que no temía a Dios y no hacía ningún caso de los hombres.

18:3  Había también allí, en esta misma ciudad, una viuda, que iba a buscarlo y le decía: “Hazme justicia librándome de mi adversario”.

18:4  Y por algún tiempo no quiso; mas después dijo para sí: “Aunque no temo a Dios, ni respeto a hombre,

18:5  sin embargo, porque esta viuda me importuna, le haré justicia, no sea que al fin venga y me arañe la cara.

18:6  Y el Señor agregó: “Habéis oído el lenguaje de aquel juez inicuo.

18:7  ¿Y Dios no habrá de vengar a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y se mostraría tardío con respecto a ellos?

18:8  Yo os digo que ejercerá la venganza de ellos prontamente. Pero el Hijo del hombre, cuando vuelva, ¿hallará por ventura la fe sobre la tierra?”.

18:9  Para algunos, los que estaban persuadidos en sí mismos de su propia justicia, y que tenían en nada a los demás, dijo también esta parábola:

18:10  “Dos hombres subieron al Templo a orar, el uno fariseo, el otra publicano.

18:11  El fariseo, erguido, oraba en su corazón de esta manera: “Oh Dios, te doy gracias de que no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros, ni como el publicano ese.

18:12  Ayuno dos veces en la semana y doy el diezmo de todo cuanto poseo”.

18:13  El publicano, por su parte, quedándose a la distancia, no osaba ni aun levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh Dios, compadécete de mí, el pecador”.

18:14  Os digo: este bajó a su casa justificado, mas no el otro; porque el que se eleva, será abajado; y el que se abaja, será elevado”.

18:15  Y le traían también los niñitos, para que los tocase; viendo lo cual, los discípulos los regañaban.

18:16  Pero Jesús llamó a los niños, diciendo: “Dejad a los pequeñuelos venir a Mí: no les impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.

18:17  En verdad os digo: quien no recibe el reino de Dios como un niñito, no entrará en él”.

18:18  Preguntole cierto dignatario: “Maestro bueno, ¿qué he de hacer para poseer en herencia la vida eterna?”

18:19  Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno: Dios.

18:20  Conoces los mandamientos. “No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre”.

18:21  Él repuso: “Yo he cumplido todo esto desde mi juventud”.

18:22  A lo cual Jesús replicó: “Una cosa te queda todavía: todo cuanto tienes véndelo y distribuye a pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; y ven y sígueme”.

18:23  Al oír estas palabras, se entristeció, porque era muy rico.

18:24  Mirándolo, entonces, Jesús dijo: “¡Cuán difícilmente, los que tienen los bienes entran en el reino de Dios!

18:25  Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios”.

18:26  Y los oyentes dijeron: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”

18:27  Respondió: “Las cosas imposibles para hombres, posibles para Dios son”.

18:28  Entonces Pedro le dijo: “Tú ves, nosotros hemos dejado las cosas propias y te hemos seguido”.

18:29  Respondioles: “En verdad, os digo, nadie dejará casa o mujer o hermanos o padres o hijos a causa del reino de Dios,

18:30  que no reciba muchas veces otra tanto en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna”.

18:31  Tomando consigo a los Doce, les dijo: “He aquí que subimos a Jerusalén, y todo lo que ha sido escrito por los profetas se va a cumplir para el Hijo del hombre.

18:32  Él será entregado a los gentiles, se burlarán de Él, lo ultrajarán, escupirán sobre Él,

18:33  y después de haberlo azotado, lo matarán, y al tercer día resucitará”.

18:34  Pero ellos no entendieron ninguna de estas cosas; este asunto estaba escondido para ellos, y no conocieron de qué hablaba.

18:35  Cuando iba aproximándose a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, y mendigaba.

18:36  Oyendo que pasaba mucha gente, preguntó qué era eso.

18:37  Le dijeron: “Jesús, el Nazareno pasa”.

18:38  Y clamó diciendo: “Jesús, Hijo de David, apiádate de mí!”

18:39  Los que iban delante, lo reprendían para que se callase, pero él gritaba todavía mucho más: “¡Hijo de David, apiádate de mí!”

18:40  Jesús se detuvo y ordenó que se lo trajesen; y cuando él se hubo acercado, le preguntó:

18:41  “¿Qué deseas que te haga?” Dijo: “¡Señor, que reciba yo la vista!”

18:42  Y Jesús le dijo: “Recíbela, tu fe te ha salvado”.

18:43  Y en seguida vio, y lo acompañó glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.

Chapter 19

19:1  Entró en Jericó, e iba pasando.

19:2  Y he aquí que un hombre rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos,

19:3  buscaba ver a Jesús para conocerlo, pero no lo lograba a causa de la mucha gente, porque era pequeño de estatura.

19:4  Entonces corrió hacia adelante, y subió sobre un sicomoro para verlo, porque debía pasar por allí.

19:5  Cuando Jesús llegó a este lugar, levantó los ojos y dijo: “Zaqueo, desciende pronto, porque hoy es necesario que Yo me hospede en tu casa”.

19:6  Y este descendió rápidamente, y lo recibió con alegría.

19:7  Viendo lo cual, todos murmuraban y decían: “Se ha ido a hospedar en casa de un varón pecador”.

19:8  Mas Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: “Señor, he aquí que doy a los pobres la mitad de mis bienes; y si en algo he perjudicado a alguno le devuelvo el cuádruplo”.

19:9  Jesús le dijo: “Hoy se obró salvación a esta casa, porque también él es un hijo de Abrahán.

19:10  Vino el Hijo del hombre a buscar y a salvar lo perdido”.

19:11  Oyendo ellos todavía estas cosas, agregó una parábola, porque se hallaba próximo a Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios iba a ser manifestado en seguida.

19:12  Dijo pues: “Un hombre de noble linaje se fue a un país lejano a tomar para sí posesión de un reino y volver.

19:13  Llamó a diez de sus servidores y les entregó diez minas, diciéndoles: “Negociad hasta que yo vuelva”.

19:14  Ahora bien, sus conciudadanos lo odiaban, y enviaron una embajada detrás de él diciendo: “No queremos que ese reine sobre nosotros”.

19:15  Al retornar él, después de haber recibido el reinado, dijo que le llamasen a aquellos servidores a quienes había entregado el dinero, a fin de saber lo que había negociado cada uno.

19:16  Presentose el primero y dijo: “Señor, diez minas ha producido tu mina”.

19:17  Le dijo: “Enhorabuena, buen servidor, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe potestad sobre diez ciudades”.

19:18  Y vino el segundo y dijo: “Tu mina, Señor, ha producido cinco minas”.

19:19  A él también le dijo: “Y tú sé gobernador de cinco ciudades”.

19:20  Mas el otro vino diciendo: “Señor, aquí tienes tu mina, que tuve escondida en un pañuelo.

19:21  Pues te tenía miedo, porque tú eres un hombre duro; sacas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste”.

19:22  Replicole: “Por tu propia boca te condeno, siervo malvado. ¿Pensabas que soy hombre duro, que saco lo que no puse, y siego lo que no sembré?

19:23  Y entonces por qué no diste el dinero mío al banco? (Así al menos) a mi regreso lo hubiera yo recobrado con réditos”.

19:24  Y dijo a los que estaban allí: “Quitadle la mina, y dádsela al que tiene diez”.

19:25  Dijéronle: “Señor, tiene diez minas”.

19:26  “Os digo: a todo el que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

19:27  En cuanto a mis enemigos, los que no han querido que yo reinase sobre ellos, traedlos aquí y degolladlos en mi presencia”.

19:28  Después de haber dicho esto, marchó al frente subiendo a Jerusalén.

19:29  Y cuando se acercó a Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, envió a dos de su discípulos,

19:30  diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente. Al entrar en ella, encontraréis un burrito atado sobre el cual nadie ha montado todavía; desatadlo y traedlo.

19:31  Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, diréis así: “El Señor lo necesita”.

19:32  Los enviados partieron y encontraron las cosas como les había dicho.

19:33  Cuando desataban el burrito, los dueños les dijeron: “Por qué desatáis el pollino?”

19:34  Respondieron: “El Señor lo necesita”.

19:35  Se lo llevaron a Jesús, pusieron sus mantos encima, e hicieron montar a Jesús.

19:36  Y mientras Él avanzaba, extendían sus mantos sobre el camino.

19:37  Una vez que estuvo próximo al descenso del Monte de los Olivos, toda la muchedumbre de los discípulos, en su alegría, se puso a alabar a Dios con gran voz, por todos los portentos que habían visto,

19:38  y decían: “Bendito el que viene, el Rey en nombre del Señor. En el cielo paz, y gloria en las alturas”.

19:39  Pero algunos fariseos, de entre la multitud, dirigiéndose a Él, dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”.

19:40  Mas Él respondió: “Os digo, si estas gentes se callan, las piedras se pondrán a gritar”.

19:41  Y cuando estuvo cerca, viendo la ciudad, lloró sobre ella.

19:42  y dijo: “¡Ah si en este día conocieras también tú lo que sería para la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.

19:43  Porque vendrán días sobre ti, y tus enemigos te circunvalarán con un vallado, y te cercarán en derredor y te estrecharán de todas partes;

19:44  derribarán por tierra a ti, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo en que has sido visitada”.

19:45  Entró en el Templo y se puso a echar a los vendedores,

19:46  y les dijo: “Está escrito: «Mi casa será una casa de oración», y vosotros la habéis hecho una cueva de ladrones”.

19:47  Y día tras día enseñaba en el Templo. Mas los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando perderle, y también los jefes del pueblo;

19:48  pero no acertaban con lo que habían de hacer, porque el pueblo entero estaba en suspenso, escuchándolo.

Chapter 20

20:1  Un día en que Él enseñaba al pueblo en el Templo, anunciando el Evangelio, se hicieron presentes los sumos sacerdotes y los escribas con los ancianos,

20:2  y le dijeron: “Dinos, ¿con qué autoridad haces esto, o quién es el que te ha dado esa potestad?”

20:3  Respondioles diciendo: “Yo quiero, a mi vez, haceros una pregunta. Decidme:

20:4  El bautismo de Juan ¿venía del cielo o de los hombres?”

20:5  Entonces ellos discurrieron así en sí mismos: “Si contestamos: «del cielo», dirá: «¿Por qué no le creísteis?»

20:6  Y si decimos: «de los hombres», el pueblo todo entero nos apedreará, porque está convencido de que Juan era profeta”.

20:7  Por lo cual respondieron no saber de dónde.

20:8  Y Jesús les dijo: “Ni Yo tampoco os digo con cuál potestad hago esto”.

20:9  Y se puso a decir al pueblo esta parábola: “Un hombre plantó una viña, y la arrendó a unos labradores, y se ausentó por un largo tiempo.

20:10  En su oportunidad envió un servidor a los trabajadores, a que le diesen del fruto de la viña. Pero los labradores lo apalearon y lo devolvieron vacío.

20:11  Envió aún otro servidor; también a este lo apalearon, lo ultrajaron y lo devolvieron vacío.

20:12  Les envió todavía un tercero a quien igualmente lo hirieron y lo echaron fuera.

20:13  Entonces, el dueño de la viña dijo: “¿Qué haré? Voy a enviarles a mi hijo muy amado; tal vez a Él lo respeten”.

20:14  Pero, cuando lo vieron los labradores deliberaron unos con otros diciendo: “Este es el heredero. Matémoslo, para que la herencia sea nuestra”.

20:15  Lo sacaron, pues, fuera de la viña y lo mataron. ¿Qué hará con ellos el dueño de la viña?

20:16  Vendrá y hará perecer a estos labradores, y entregará la viña a otros”. Ellos, al oír, dijeron: “¡Jamás tal cosa!”

20:17  Pero Él, fija la mirada sobre ellos, dijo: “¿Qué es aquello que está escrito: «La piedra que desecharon los que edificaban, esa resultó cabeza de esquina?»

20:18  Todo el que cayere sobre esta piedra, quedará hecho pedazos; y a aquel sobre quien ella cayere, lo hará polvo”.

20:19  Entonces los escribas y los sumos sacerdotes trataban de echarle mano en aquella misma hora, pero tuvieron miedo del pueblo; porque habían comprendido bien, que para ellos había dicho esta parábola.

20:20  Mas no lo perdieron de vista y enviaron unos espías que simulasen ser justos, a fin de sorprenderlo en sus palabras, y así poder entregarlo a la potestad y a la jurisdicción del gobernador.

20:21  Le propusieron, pues, esta cuestión: “Maestro, sabemos que Tú hablas y enseñas con rectitud y que no haces acepción de persona, sino que enseñas el camino de Dios según la verdad.

20:22  ¿Nos es lícito pagar el tributo al César o no?”

20:23  Pero Él, conociendo su perfidia, les dijo:

20:24  Mostradme un denario. ¿De quién lleva la figura y la leyenda?” Respondieron: “Del César”.

20:25  Les dijo: “Así pues, pagad al César lo que es del César, y lo que es de Dios, a Dios”.

20:26  Y no lograron sorprenderlo en sus palabras delante del pueblo; y maravillados de su respuesta callaron.

20:27  Acercáronse, entonces, algunos saduceos, los cuales niegan la resurrección, y le interrogaron diciendo:

20:28  “Maestro, Moisés nos ha prescripto, que si el hermano de alguno muere dejando mujer sin hijo, su hermano debe casarse con la mujer, para dar posteridad al hermano.

20:29  Éranse, pues, siete hermanos. El primero tomó mujer, y murió sin hijo.

20:30  El segundo,

20:31  y después el tercero, la tomaron, y así (sucesivamente) los siete que murieron sin dejar hijo.

20:32  Finalmente murió también la mujer.

20:33  Esta mujer, en la resurrección, ¿de quién vendrá a ser esposa? porque los siete la tuvieron por mujer”.

20:34  Díjoles Jesús: “Los hijos de este siglo toman mujer, y las mujeres son dadas en matrimonio;

20:35  mas los que hayan sido juzgados dignos de alcanzar el siglo aquel y la resurrección de entre los muertos, no tomarán mujer, y (las mujeres) no serán dadas en matrimonio,

20:36  porque no pueden ya morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.

20:37  En cuanto a que los muertos resucitan, también Moisés lo dio a entender junto a la zarza, al nombrar al Señor “Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob”.

20:38  Porque, no es Dios de muertos, sino de vivos, pues todos para Él viven”.

20:39  Sobre lo cual, algunos escribas le dijeron: “Maestro, has hablado bien”.

20:40  Y no se atrevieron a interrogarlo más.

20:41  Pero Él les dijo: “¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?

20:42  Porque David mismo dice en el libro de los Salmos: «El Señor dijo a mi Señor: “Siéntate a mi diestra,

20:43  hasta que Yo ponga a tus enemigos por escabel de tus pies”».

20:44  Así, pues, David lo llama “Señor”; entonces, ¿cómo es su hijo?”.

20:45  En presencia de todo el pueblo, dijo a sus discípulos:

20:46  “Guardaos de los escribas, que se complacen en andar con largas vestiduras, y en ser saludados en las plazas públicas; que apetecen los primeros asientos en las sinagogas y los primeros divanes en los convites;

20:47  que devoran las casas de las viudas, y afectan orar largamente. ¡Para esas gentes será más abundante la sentencia!”

Chapter 21

21:1  Levantó los ojos y vio a los ricos que echaban sus dádivas en el arca de las ofrendas.

21:2  Y vio también a una viuda menesterosa, que echaba allí dos moneditas de cobre;

21:3  y dijo: En verdad, os digo, esta viuda, la pobre, ha echado más que todos,

21:4  pues todos estos de su abundancia echaron para las ofrendas de Dios, en tanto que esta echó de su propia indigencia todo el sustento que tenía”.

21:5  Como algunos, hablando del Templo, dijesen que estaba adornado de hermosas piedras y dones votivos, dijo:

21:6  “Vendrán días en los cuales, de esto que veis, no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida”.

21:7  Le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas, y cuál será la señal para conocer que están a punto de suceder?”

21:8  Y Él dijo: “Mirad que no os engañen; porque vendrán muchos en mi nombre y dirán: «Yo soy; ya llegó el tiempo». No les sigáis.

21:9  Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os turbéis; esto ha de suceder primero, pero no es en seguida el fin”.

21:10  Entonces les dijo: “Pueblo se levantará contra pueblo, reino contra reino.

21:11  Habrá grandes terremotos y, en diversos lugares, hambres y pestes; habrá también prodigios aterradores y grandes señales en el cielo.

21:12  Pero antes de todo esto, os prenderán; os perseguirán, os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, os llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi nombre.

21:13  Esto os servirá para testimonio.

21:14  Tened, pues, resuelto, en vuestros corazones no pensar antes como habéis de hablar en vuestra defensa,

21:15  porque Yo os daré boca y sabiduría a la cual ninguno de vuestros adversarios podrá resistir o contradecir.

21:16  Seréis entregados aun por padres y hermanos, y parientes y amigos; y harán morir a algunos de entre vosotros,

21:17  y seréis odiados de todos a causa de mi nombre.

21:18  Pero ni un cabello de vuestra cabeza se perderá.

21:19  En vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.

21:20  “Mas cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed que su desolación está próxima.

21:21  Entonces, los que estén en Judea, huyan a las montadas; los que estén en medio de ella salgan fuera; y los que estén en los campos, no vuelvan a entrar,

21:22  porque días de venganza son estos, de cumplimiento de todo lo que está escrito.

21:23  ¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días! Porque habrá gran apretura sobre la tierra, y gran cólera contra este pueblo.

21:24  Y caerán a filo de espada, y serán deportados a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por gentiles hasta que el tiempo de los gentiles sea cumplido”.

21:25  “Y habrá señales en el sol, la luna y las estrellas y, sobre la tierra, ansiedad de las naciones, a causa de la confusión por el ruido del mar y la agitación (de sus olas).

21:26  Los hombres desfallecerán de espanto, a causa de la expectación de lo que ha de suceder en el mundo, porque las potencias de los cielos serán conmovidas.

21:27  Entonces es cuando verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube con gran poder y grande gloria.

21:28  Mas cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención se acerca”.

21:29  Y les dijo una parábola: “Mirad la higuera y los árboles todos:

21:30  cuando veis que brotan, sabéis por vosotros mismos que ya se viene el verano.

21:31  Así también, cuando veáis que esto acontece, conoced que el reino de Dios está próximo.

21:32  En verdad, os lo digo, no pasará la generación esta hasta que todo se haya verificado.

21:33  El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

21:34  Mirad por vosotros mismos, no sea que vuestros corazones se carguen de glotonería y embriaguez, y con cuidados de esta vida, y que ese día no caiga sobre vosotros de improviso,

21:35  como una red; porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra entera.

21:36  Velad, pues, y no ceséis de rogar para que podáis escapar a todas estas cosas que han de suceder, y estar en pie delante del Hijo del hombre”.

21:37  Durante el día enseñaba en el Templo, pero iba a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos.

21:38  Y todo el pueblo, muy de mañana acudía a Él en el Templo para escucharlo.

Chapter 22

22:1  Se aproximaba la fiesta de los Ázimos, llamada la Pascua.

22:2  Andaban los sumos sacerdotes y los escribas buscando cómo conseguirían hacer morir a Jesús, pues temían al pueblo.

22:3  Entonces, entró Satanás en Judas por sobrenombre Iscariote, que era del número de los Doce.

22:4  Y se fue a tratar con los sumos sacerdotes y los oficiales (de la guardia del Templo) de cómo lo entregaría a ellos.

22:5  Mucho se felicitaron, y convinieron con él en darle dinero.

22:6  Y Judas empeñó su palabra, y buscaba una ocasión para entregárselo a espaldas del pueblo.

22:7  Llegó, pues, el día de los Ázimos, en que se debía inmolar la pascua.

22:8  Y envió (Jesús) a Pedro y a Juan, diciéndoles: “Id a prepararnos la Pascua, para que la podamos comer”.

22:9  Le preguntaron: “Dónde quieres que la preparemos?”

22:10  Él les respondió. “Cuando entréis en la ciudad, encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo hasta la casa en que entre.

22:11  Y diréis al dueño de casa: “El Maestro te manda decir: ¿Dónde está el aposento en que comeré la pascua con mis discípulos?”

22:12  Y él mismo os mostrará una sala del piso alto, amplia y amueblada; disponed allí lo que es menester”.

22:13  Partieron y encontraron todo como Él les había dicho, y prepararon la pascua.

22:14  Y cuando llegó la hora, se puso a la mesa, y los apóstoles con Él.

22:15  Díjoles entonces: “De todo corazón he deseado comer esta pascua con vosotros antes de sufrir.

22:16  Porque os digo que Yo no la volveré a comer hasta que ella tenga su plena realización en el reino de Dios”.

22:17  Y, habiendo recibido un cáliz dio gracias y dijo: “Tomadlo y repartíoslo.

22:18  Porque, os digo, desde ahora no bebo del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios”.

22:19  Y habiendo tomado pan y dado gracias, (lo) rompió, y les dio diciendo: “Este es el cuerpo mío, el que se da para vosotros. Haced esto en memoria mía”.

22:20  Y asimismo el cáliz, después que hubieron cenado, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que se derrama para vosotros.

22:21  Sin embargo, ved: la mano del que me entrega está conmigo a la mesa.

22:22  Porque el Hijo del hombre se va, según lo decretado, pero ¡ay del hombre por quien es entregado!”

22:23  Y se pusieron a preguntarse entre sí quién de entre ellos sería el que iba a hacer esto.

22:24  Hubo también entre ellos una discusión sobre quién de ellos parecía ser mayor.

22:25  Pero Él les dijo: “Los reyes de las naciones les hacen sentir su dominación, y los que ejercen sobre ellas el poder son llamados bienhechores.

22:26  No así vosotros; sino que el mayor entre vosotros sea como el menor; y el que manda, como quien sirve.

22:27  Pues ¿quién es mayor, el que está sentado a la mesa, o el que sirve? ¿No es acaso el que está sentado a la mesa? Sin embargo, Yo estoy entre vosotros como el sirviente.

22:28  Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas.

22:29  Y Yo os confiero dignidad real como mi Padre me la ha conferido a Mí,

22:30  para que comáis y bebáis a mi mesa en, mi reino, y os sentéis sobre tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.

22:31  Simón Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como se hace con el trigo.

22:32  Pero Yo he rogado por ti, a fin de que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos.

22:33  Pedro le respondió: “Señor, yo estoy pronto para ir contigo a la cárcel y a la muerte”.

22:34  Mas Él le dijo: “Yo te digo, Pedro, el gallo no cantará hoy, hasta que tres veces hayas negado conocerme”.

22:35  Y les dijo: “Cuando Yo os envié sin bolsa, ni alforja, ni calzado, ¿os faltó alguna cosa?” Respondieron: “Nada”.

22:36  Y agregó: “Pues bien, ahora, el que tiene una bolsa, tómela consigo, e igualmente la alforja; y quien no tenga, venda su manto y compre una espada.

22:37  Porque Yo os digo, que esta palabra de la Escritura debe todavía cumplirse en Mí: «Y ha sido contado entre los malhechores». Y así, lo que a Mí se refiere, toca a su fin”.

22:38  Le dijeron: “Señor, aquí hay dos espadas”. Les contestó: “Basta”.

22:39  Salió y marchó, como de costumbre, al Monte de los Olivos, y sus discípulos lo acompañaron.

22:40  Cuando estuvo en ese lugar, les dijo: “Rogad que no entréis en tentación”.

22:41  Y se alejó de ellos a distancia como de un tiro de piedra,

22:42  y, habiéndose arrodillado, oró así: “Padre, si quieres, aparta de Mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

22:43  Y se le apareció del cielo un ángel y lo confortaba.

22:44  Y entrando en agonía, oraba sin cesar. Y su sudor fue como gotas de sangre, que caían sobre la tierra.

22:45  Cuando se levantó de la oración, fue a sus discípulos, y los halló durmiendo, a causa de la tristeza.

22:46  Y les dijo: “¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no entréis en tentación”.

22:47  Estaba todavía hablando, cuando llegó una tropa, y el que se llamaba Judas, uno de los Doce, iba a la cabeza de ellos, y se acercó a Jesús para besarlo.

22:48  Jesús le dijo: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”

22:49  Los que estaban con Él, viendo lo que iba a suceder, le dijeron: “Señor, ¿golpearemos con la espada?”

22:50  Y uno de ellos dio un golpe al siervo del sumo sacerdote, y le separó la oreja derecha.

22:51  Jesús, empero, respondió y dijo: “Sufrid aun esto”; y tocando la oreja la sanó.

22:52  Después Jesús dijo a los que habían venido contra Él, sumos sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos: “¿Cómo contra un ladrón salisteis con espadas y palos?

22:53  Cada día estaba Yo con vosotros en el Templo, y no habéis extendido las manos contra Mí. Pero esta es la hora vuestra, y la potestad de la tiniebla”.

22:54  Entonces lo prendieron, lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote. Y Pedro seguía de lejos.

22:55  Cuando encendieron fuego en medio del patio, y se sentaron alrededor, vino Pedro a sentarse entre ellos.

22:56  Mas una sirvienta lo vio sentado junto al fuego y, fijando en él su mirada, dijo: “Este también estaba con Él”.

22:57  Él lo negó, diciendo: “Mujer, yo no lo conozco”.

22:58  Un poco después, otro lo vio y le dijo: “Tú también eres de ellos”. Pero Pedro dijo: “Hombre, no lo soy”.

22:59  Después de un intervalo como de una hora, otro afirmó con fuerza: “Ciertamente, este estaba con Él; porque es también un galileo”.

22:60  Mas Pedro dijo: “Hombre, no sé lo que dices”. Al punto, y cuando él hablaba todavía, un gallo cantó.

22:61  Y el Señor se volvió para mirar a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor, según lo había dicho: “Antes que el gallo cante hoy, tú me negarás tres veces”.

22:62  Y salió fuera y lloró amargamente.

22:63  Y los hombres que lo tenían (a Jesús), se burlaban de Él y lo golpeaban.

22:64  Y habiéndole velado la faz, le preguntaban diciendo: “¡Adivina! ¿Quién es el que te golpeó?”

22:65  Y proferían contra Él muchas otras palabras injuriosas.

22:66  Cuando se hizo de día, se reunió la asamblea de los ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes y escribas, y lo hicieron comparecer ante el Sanhedrín,

22:67  diciendo: “Si Tú eres el Cristo, dínoslo”. Mas les respondió: “Si os hablo, no me creeréis,

22:68  y si os pregunto, no me responderéis.

22:69  Pero desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios”.

22:70  Y todos le preguntaron: “¿Luego eres Tú el Hijo de Dios?” Les respondió: “Vosotros lo estáis diciendo: Yo soy”.

22:71  Entonces dijeron: “¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Nosotros mismos acabamos de oírlo de su boca”.

Chapter 23

23:1  Entonces, levantándose toda la asamblea, lo llevaron a Pilato;

23:2  y comenzaron a acusarlo, diciendo: “Hemos hallado a este hombre soliviantando a nuestra nación, impidiendo que se dé tributo al César y diciendo ser el Cristo Rey”.

23:3  Pilato lo interrogó y dijo: “¿Eres Tú el rey de los judíos?” Respondiole y dijo: “Tú lo dices”.

23:4  Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a las turbas: “No hallo culpa en este hombre”.

23:5  Pero aquellos insistían con fuerza, diciendo: “Él subleva al pueblo enseñando por toda la Judea, comenzando desde Galilea, hasta aquí”.

23:6  A estas palabras, Pilato preguntó si ese hombre era galileo.

23:7  Y cuando supo que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que se encontraba también en Jerusalén, en aquellos días.

23:8  Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, porque hacía largo tiempo que deseaba verlo por lo que oía decir de Él, y esperaba verle hacer algún milagro.

23:9  Lo interrogó con derroche de palabras, pero Él no le respondió nada.

23:10  Entretanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí, acusándolo sin tregua.

23:11  Herodes lo despreció, lo mismo que sus soldados; burlándose de Él, púsole un vestido resplandeciente y lo envió de nuevo a Pilato.

23:12  Y he aquí que en aquel día se hicieron amigos Herodes y Pilato, que antes eran enemigos.

23:13  Convocó, entonces, Pilato a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo,

23:14  y les dijo: “Habéis entregado a mi jurisdicción este hombre como que andaba sublevando al pueblo. He efectuado el interrogatorio delante vosotros y no he encontrado en Él nada de culpable, en las cosas de que lo acusáis.

23:15  Ni Herodes tampoco, puesto que nos lo ha devuelto; ya lo veis, no ha hecho nada que merezca muerte.

23:16  Por tanto, lo mandaré castigar y lo dejaré en libertad.

23:17  [Ahora bien, debía él en cada fiesta ponerles a uno en libertad].

23:18  Y gritaron todos a una: “Quítanos a este y suéltanos a Barrabás”.

23:19  Barrabás había sido encarcelado a causa de una sedición en la ciudad y por homicidio.

23:20  De nuevo Pilato les dirigió la palabra, en su deseo de soltar a Jesús.

23:21  Pero ellos gritaron más fuerte, diciendo: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”

23:22  Y por tercera vez les dijo: “¿Pero qué mal ha hecho este? Yo nada he encontrado en él que merezca muerte. Lo pondré, pues, en libertad, después de castigarlo”.

23:23  Pero ellos insistían a grandes voces, exigiendo que Él fuera crucificado, y sus voces se hacían cada vez más fuertes.

23:24  Entonces Pilato decidió que se hiciese según su petición.

23:25  Y dejó libre al que ellos pedían, que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

23:26  Cuando lo llevaban, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, obligándole a ir sustentando la cruz detrás de Jesús.

23:27  Lo acompañaba una gran muchedumbre del pueblo, y de mujeres que se lamentaban y lloraban sobre Él.

23:28  Mas Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por Mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos,

23:29  porque vienen días, en que se dirá: ¡Felices las estériles y las entrañas que no engendraron, y los pechos que no amamantaron!

23:30  Entonces se pondrán a decir a las montañas: «Caed sobre nosotros, y a las colinas: ocultadnos».

23:31  Porque si esto hacen con el leño verde, ¿qué será del seco?”.

23:32  Conducían también a otros dos malhechores con Él para ser suspendidos.

23:33  Cuando hubieron llegado al lugar llamado del Cráneo, allí crucificaron a Él, y a los malhechores, uno a su derecha, y el otro a su izquierda.

23:34  Y Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Entretanto, hacían porciones de sus ropas y echaron suertes.

23:35  Y el pueblo estaba en pie mirándolo, mas los magistrados lo zaherían, diciendo: “A otros salvó; que se salve a sí mismo, si es el Cristo de Dios, el predilecto”.

23:36  También se burlaron de Él los soldados, acercándose, ofreciéndole vinagre y diciendo:

23:37  “Si Tú eres el rey de los judíos, sálvate a Ti mismo”.

23:38  Había, empero, una inscripción sobre Él, en caracteres griegos, romanos y hebreos: “El rey de los judíos es Este”.

23:39  Uno de los malhechores suspendidos, blasfemaba de Él, diciendo: “¿No eres acaso Tú el Cristo? Sálvate a Ti mismo, y a nosotros”.

23:40  Contestando el otro lo reprendía y decía: “¿Ni aún temes tú a Dios, estando en pleno suplicio?

23:41  Y nosotros, con justicia; porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; pero Este no hizo nada malo”.

23:42  Y dijo: “Jesús, acuérdate de mí, cuando vengas en tu reino”.

23:43  Le respondió: “En verdad, te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

23:44  Era ya alrededor de la hora sexta, cuando una tiniebla se hizo sobre toda la tierra hasta la hora nona,

23:45  eclipsándose el sol; y el velo del templo se rasgó por el medio.

23:46  Y Jesús clamó con gran voz: “Padre, en tus manos entrego mi espíritu”. Y, dicho esto, expiró.

23:47  El centurión, al ver lo ocurrido, dio gloria a Dios, diciendo: “¡Verdaderamente, este hombre era un justo!”

23:48  Y todas las turbas reunidas para este espectáculo, habiendo contemplado las cosas que pasaban, se volvían golpeándose los pechos.

23:49  Mas todos sus conocidos estaban a lo lejos —y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea— mirando estas cosas.

23:50  Y había un varón llamado José, que era miembro del Sanhedrín, hombre bueno y justo

23:51  —que no había dado su asentimiento, ni a la resolución de ellos ni al procedimiento que usaron—, oriundo de Arimatea, ciudad de los judíos, el cual estaba a la espera del reino de Dios.

23:52  Este fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.

23:53  Y habiéndolo bajado, lo envolvió en una mortaja y lo depositó en un sepulcro tallado en la roca, donde ninguno había sido puesto.

23:54  Era el día de la Preparación, y comenzaba ya el sábado.

23:55  Las mujeres venidas con Él de Galilea, acompañaron (a José) y observaron el sepulcro y la manera cómo fue sepultado Su cuerpo.

23:56  Y de vuelta, prepararon aromas y ungüento. Durante el sábado se estuvieron en reposo, conforme al precepto.

Chapter 24

24:1  Pero el primer día de la semana, muy de mañana, volvieron al sepulcro, llevando los aromas que habían preparado.

24:2  hallaron la piedra desarrimada del sepulcro.

24:3  Habiendo entrado, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.

24:4  Mientras ellas estaban perplejas por esto, he ahí que dos varones de vestidura resplandeciente se les presentaron.

24:5  Como ellas estuviesen poseídas de miedo e inclinasen los rostros hacia el suelo, ellos les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

24:6  No está aquí; ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo, estando aún en Galilea:

24:7  que era necesario que el Hijo del hombre fuese entregado en manos de hombres pecadores, que fuese crucificado y resucitara el tercer día”.

24:8  Entonces se acordaron de sus palabras.

24:9  Y de vuelta del sepulcro, fueron a anunciar todo esto a los Once y a todos los demás.

24:10  Eran María la Magdalena, Juana y María la (madre) de Santiago; y también las otras con ellas referían esto a los apóstoles.

24:11  Pero estos relatos aparecieron ante los ojos de ellos como un delirio, y no les dieron crédito.

24:12  Sin embargo Pedro se levantó y corrió al sepulcro, y, asomándose, vio las mortajas solas. Y se volvió, maravillándose de lo que había sucedido.

24:13  Y he aquí que, en aquel mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea, llamada Emaús, a ciento sesenta estadios de Jerusalén.

24:14  E iban comentando entre sí todos estos acontecimientos.

24:15  Y sucedió que, mientras ellos platicaban y discutían, Jesús mismo se acercó y se puso a caminar con ellos.

24:16  Pero sus ojos estaban deslumbrados para que no lo conociesen.

24:17  Y les dijo: “¿Qué palabras son estas que tratáis entre vosotros andando?”

24:18  Y se detuvieron con los rostros entristecidos. Uno, llamado Cleofás, le respondió: “Eres Tú el único peregrino, que estando en Jerusalén, no sabes lo que ha sucedido en ella en estos días?”

24:19  Les dijo: “¿Qué cosas?” Y ellos: “Lo de Jesús el Nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y palabra delante de Dios y de todo el pueblo,

24:20  y cómo lo entregaron nuestros sumos sacerdotes y nuestros magistrados para ser condenado a muerte, y lo crucificaron.

24:21  Nosotros, a la verdad, esperábamos que fuera Él, aquel que habría de librar a Israel. Pero, con todo, ya es el tercer día desde que sucedieron estas cosas.

24:22  Y todavía más, algunas mujeres de los nuestros, nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro,

24:23  y no habiendo encontrado su cuerpo se volvieron, diciendo también que ellas habían tenido una visión de ángeles, los que dicen que Él está vivo.

24:24  Algunos de los que están con nosotros han ido al sepulcro, y han encontrado las cosas como las mujeres habían dicho; pero a Él no lo han visto”.

24:25  Entonces les dijo: “¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas!

24:26  ¿No era necesario que el Cristo sufriese así para entrar en su gloria?”

24:27  Y comenzando por Moisés, y por todos los profetas, les hizo hermenéutica de lo que en todas las Escrituras había acerca de Él.

24:28  Se aproximaron a la aldea a donde iban, y Él hizo ademán de ir más lejos.

24:29  Pero ellos le hicieron fuerza, diciendo: “Quédate con nosotros, porque es tarde, y ya ha declinado el día”. Y entró para quedarse con ellos.

24:30  Y estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y les dio.

24:31  Entonces los ojos de ellos fueron abiertos y lo reconocieron; mas Él desapareció de su vista.

24:32  Y se dijeron uno a otro: “¿No es verdad que nuestro corazón estaba ardiendo dentro de nosotros, mientras nos hablaba en el camino, mientras nos abría las Escrituras?”.

24:33  Y levantándose en aquella misma hora, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los demás,

24:34  los cuales dijeron: “Realmente resucitó el Señor y se ha aparecido a Simón”.

24:35  Y ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo se hizo conocer de ellos en la fracción del pan.

24:36  Aún estaban hablando de esto cuando Él mismo se puso en medio de ellos diciendo: “Paz a vosotros”.

24:37  Mas ellos, turbados y atemorizados, creían ver un espíritu.

24:38  Él entonces les dijo: “¿Por qué estáis turbados? y ¿por qué se levantan dudas en vuestros corazones?

24:39  Mirad mis manos y mis pies: soy Yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo”.

24:40  Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.

24:41  Como aún desconfiaran, de pura alegría, y se estuvieran asombrados, les dijo: “¿Tenéis por ahí algo de comer?”

24:42  Le dieron un trozo de pez asado.

24:43  Lo tomó y se lo comió a la vista de ellos.

24:44  Después les dijo: “Esto es aquello que Yo os decía, cuando estaba todavía con vosotros, que es necesario que todo lo que está escrito acerca de Mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos se cumpla”.

24:45  Entonces les abrió la inteligencia para que comprendiesen las Escrituras.

24:46  Y les dijo: “Así estaba escrito que el Cristo sufriese y resucitase de entre los muertos al tercer día,

24:47  y que se predicase, en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén.

24:48  Vosotros sois testigos de estas cosas.

24:49  Y he aquí que Yo envío sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Mas vosotros estaos quedos en la ciudad hasta que desde lo alto seáis investidos de fuerza.

24:50  Y los sacó fuera hasta frente a Betania y, alzando sus manos, los bendijo.

24:51  Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue elevado hacia el cielo.

24:52  Ellos lo adoraron y se volvieron a Jerusalén con gran gozo.

24:53  Y estaban constantemente en el Templo, alabando y bendiciendo a Dios.